Horas extras, vacaciones y despidos: el nuevo paradigma laboral que impulsa el Gobierno
La administración de Javier Milei avanza sobre pilares fundamentales del derecho laboral argentino. Busca reemplazar el pago de horas extraordinarias por compensaciones, flexibilizar el régimen de vacaciones y redefinir el sistema de indemnizaciones, generando una fuerte resistencia sindical y social.
La reforma laboral que promueve el gobierno nacional no es apenas un paquete técnico de ajustes normativos: representa una transformación estructural en la concepción del trabajo, sus garantías y los vínculos entre empleadores y empleados. Bajo el pretexto de dinamizar la productividad y erradicar “rigideces” que –según argumentan desde el Ejecutivo– obstaculizan la competitividad, se impulsa una avanzada que erosiona conquistas históricas del movimiento obrero.
En el centro del debate se encuentra la tentativa de suprimir el pago de las horas extra, un beneficio que desde hace décadas reconoce el esfuerzo adicional de quien prolonga su jornada laboral. Hoy, el marco legal argentino contempla un incremento del 50% para las horas extraordinarias en días hábiles y del 100% durante fines de semana o feriados, con un tope de 30 horas mensuales. El proyecto oficial pretende reemplazar este reconocimiento económico por sistemas de “bancos de horas” o “francos compensatorios”, a ser negociados de manera colectiva. De aprobarse, la dinámica se traduciría en una notable transferencia de valor desde el trabajador hacia el empleador, bajo una lógica de «recuperación horaria» que oculta la desvalorización del tiempo personal.
Una reciente encuesta de la consultora Zuban Córdoba reveló que casi nueve de cada diez argentinos rechazan esta posible eliminación del pago por horas extra. El 88,5% de los consultados expresó su disconformidad ante la eventual implementación de esquemas alternativos que no impliquen retribución dineraria, mientras que apenas el 6,7% se manifestó a favor. Esta rotunda desaprobación no ha tenido, sin embargo, correlato en el empresariado, que, sin pronunciarse públicamente, observa con expectativa las flexibilizaciones propuestas.
Indemnizaciones y causa justa: el nuevo margen para despidos sin costo
El proyecto también rediseña el régimen indemnizatorio. Se busca profundizar el esquema del “fondo de cese laboral”, ya adoptado por algunos convenios colectivos, mediante el cual los empleadores contribuyen regularmente a un fondo que sustituye el pago de la indemnización tradicional. No obstante, la novedad más controvertida reside en el concepto de “causa justa”. Según la iniciativa, si el empleador demuestra que el trabajador incurrió en conductas perjudiciales para la empresa, podrá prescindir de su obligación indemnizatoria.
El problema radica en la amplitud de interpretación que se abre con esta cláusula. Entre las “faltas” que podrían invocarse se mencionan explícitamente acciones sindicales: bloqueos, tomas o medidas de fuerza, figuras cuya inclusión sienta un precedente peligroso. La normativa habilitaría, en la práctica, despidos sin resarcimiento bajo fundamentos que podrían vulnerar la libertad sindical consagrada en la Constitución Nacional y en tratados internacionales.
Vacaciones: descanso bajo discrecionalidad patronal
Otro eje crítico de la reforma remite al régimen de licencias. La propuesta contempla que los días de vacaciones puedan otorgarse durante todo el año, incluso hasta abril del siguiente período anual. A su vez, permite la fragmentación del descanso, con la única condición de que los tramos no sean inferiores a una semana. El empleador, además, podría informar las fechas con apenas tres semanas de antelación.
Este cambio reconfigura el descanso vacacional como una instancia sujeta a la conveniencia empresarial, desdibujando su carácter reparador y su previsibilidad. La posibilidad de fraccionar las vacaciones atenta contra su sentido integral: el de ofrecer al trabajador una desconexión sostenida que le permita reponerse física y mentalmente.
Lejos de ser una mera adecuación técnica a las necesidades de la economía global, la propuesta del gobierno expresa una concepción ideológica del trabajo subordinado. El derecho laboral, históricamente concebido como un freno al abuso y un equilibrador de desigualdades, corre el riesgo de ser vaciado de contenido.
Bajo una retórica de eficiencia, se avanza sobre principios consagrados por décadas de luchas gremiales y decisiones jurisprudenciales. La desregulación propuesta no solo redistribuye cargas en favor del capital, sino que también replantea el contrato social que vincula al Estado con sus trabajadores. En nombre de la libertad, se fragua una asimetría que debilita aún más al eslabón más vulnerable de la cadena productiva.
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El Gobierno reaviva el conflicto con los gremios con un plan para desfinanciarlos
El Gobierno de Javier Milei se dispone a reabrir un frente de conflicto con el sindicalismo, al impulsar un nuevo proyecto para eliminar las cuotas solidarias que sostienen parte del financiamiento de los gremios. La medida, que figura entre las prioridades del ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, cuenta con el respaldo del titular de Economía, Luis Caputo, y forma parte del paquete de reformas laborales que el Ejecutivo pretende debatir en el Congreso antes de fin de año.
La iniciativa no es nueva. Ya había sido incorporada en el DNU 70/2023, que buscó modificar las bases del sistema laboral argentino y fue suspendido parcialmente por la Justicia. Ahora, con un escenario político más favorable tras los comicios legislativos, el oficialismo planea retomar la ofensiva. En el reciente Coloquio de IDEA, Sturzenegger definió las cuotas solidarias como “impuestos privados ilegales” y “peajes” que, según su visión, distorsionan los salarios y encarecen los costos empresariales.
El funcionario incluso puso cifras sobre la mesa: en el convenio de Camioneros, esas contribuciones representan un descuento anual promedio de $845.401 por trabajador y generan ingresos al gremio de más de $200 mil millones. El decreto 149/25 —aún en borrador— propone prohibir esos descuentos automáticos, incluso si están pactados en los convenios, salvo autorización expresa de cada trabajador.
El artículo 9 de la Ley 14.250 ampara la existencia de esas contribuciones, al permitir que los acuerdos colectivos incluyan aportes destinados a las asociaciones que los negocian, aplicables tanto a afiliados como a no afiliados. Su espíritu es claro: los beneficios obtenidos por la negociación sindical —salarios, licencias, condiciones laborales— alcanzan a todo el universo comprendido en el convenio, por lo que se considera razonable que todos contribuyan a sostener la estructura que los consigue.
Para el Gobierno, sin embargo, esta figura consagra una “colectivización compulsiva” que contradice la libertad individual. En el trasfondo, la disputa no se limita a una cuestión económica: implica un choque ideológico entre el modelo libertario de atomización contractual y la lógica colectiva del sindicalismo tradicional.
El trasfondo político: Milei frente a la CGT
La embestida libertaria llega en un momento particularmente sensible. La CGT se encamina a renovar su Consejo Directivo el 5 de noviembre, mientras mantiene la cohesión interna tras meses de fricciones por la reforma laboral. En ese marco, el intento del Ejecutivo por restringir las fuentes de financiamiento sindical es leído como un movimiento para debilitar la capacidad de acción gremial antes del debate parlamentario.
El cotitular de la central obrera, Héctor Daer, advirtió que la CGT no cederá ante medidas que impliquen retrocesos:
“Si es para retroceder, no vamos a negociar. No hay indicios claros del borrador que pretende el Gobierno. Si no alcanza con el Parlamento, ejerceremos la presión política y gremial necesaria, como hicimos con el DNU 70”.
El mensaje fue directo. El sindicalismo ya frenó una parte sustancial del decreto en los tribunales y construyó mayorías legislativas circunstanciales para limitar la Ley Bases. La eliminación de la cuota solidaria, según advierten, no solo afectaría el financiamiento de los gremios, sino también la representación colectiva, ya que muchas organizaciones dependen de esos recursos para sostener servicios de salud, asesoramiento jurídico y beneficios sociales.
La ofensiva oficial expone dos visiones antagónicas sobre el sistema laboral argentino. Por un lado, la mirada libertaria de desregulación absoluta, que busca reducir la intermediación sindical y promover acuerdos individuales. Por otro, la concepción histórica del sindicalismo argentino como pilar de la negociación colectiva, cuya fortaleza reside precisamente en la solidaridad contributiva que garantiza su funcionamiento.
El debate, en el fondo, no es técnico sino político: ¿Quién representa a los trabajadores en un mercado desregulado?. Eliminar la cuota solidaria puede interpretarse como un avance en la libertad individual, pero también como un ataque directo a la estructura institucional que equilibra la relación entre capital y trabajo.
Mientras tanto, la CGT enfrenta un doble desafío: defender su autonomía financiera y demostrar que su representatividad no depende solo de los aportes, sino de la legitimidad frente a los trabajadores. El Gobierno, por su parte, apuesta a erosionar el poder sindical sin perder estabilidad parlamentaria ni generar conflicto social.
La batalla por la cuota solidaria no es una discusión marginal: es la prueba de fuego del modelo laboral que el Gobierno de Javier Milei pretende instaurar. En nombre de la libertad individual, el oficialismo busca desarticular uno de los mecanismos centrales de la estructura gremial argentina.
Para la CGT, el desafío será resistir sin quedar atrapada en una defensa corporativa, y revalidar su papel en una sociedad que reclama representaciones más transparentes y democráticas.
El resultado de esta pulseada marcará si el país avanza hacia un esquema de individualización del trabajo o si logra sostener un sistema colectivo, solidario y equilibrado entre los derechos laborales y las libertades económicas.
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“No habrá negociación para retroceder”: la CGT cierra filas frente al plan laboral de Milei
La Confederación General del Trabajo (CGT) rompió el silencio y volvió a colocarse en el centro del escenario político al rechazar en bloque la reforma laboral que el Gobierno de Javier Milei pretende debatir antes de fin de año. El mensaje fue categórico: no habrá negociación si el objetivo es retroceder en derechos laborales.
Tras un lunes de cautela, las declaraciones más duras provinieron de Héctor Daer, uno de los secretarios generales salientes, y de Maia Volcovinsky, referente de la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación (UEJN) y posible integrante de la nueva conducción. Ambos coincidieron en que lo que el Ejecutivo llama “reforma” constituye, en realidad, un recorte estructural de derechos bajo el argumento de flexibilizar el mercado de trabajo.
“No va a haber ninguna negociación para ceder derechos”, enfatizó Daer, quien cuestionó con firmeza el proyecto elaborado por el Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado. “Si es para retroceder, no vamos a discutir. Si es para progresar en derechos, sí”, agregó, dejando en claro los límites del diálogo.
El dirigente de Sanidad apuntó particularmente contra la idea de “salario dinámico” esbozada por el secretario de Trabajo, Julio Cordero, quien propuso que las empresas puedan ajustar remuneraciones sin seguir los convenios colectivos ni las paritarias. “Eso es un delirio que no existe en ningún lugar del mundo”, replicó Daer, al advertir que una medida de ese tipo “igualaría hacia abajo las condiciones de todos los trabajadores y rompería el equilibrio del sistema laboral argentino”.
El sindicalista denunció además que, con las normas actuales ya debilitadas, “tener un trabajador formal o informal da lo mismo”, dado que las sanciones por empleo no registrado se eliminaron y los fondos de indemnización se utilizan como mecanismos financieros. Por eso, insistió en que el debate que el país necesita “no es cómo quitar derechos, sino cómo generar empleo formal y desarrollo productivo”.
Un frente sindical en unidad
La posición de Daer encontró respaldo inmediato en otras corrientes internas de la CGT. Incluso Gerardo Martínez, de la UOCRA, quien ya se había expresado antes de las elecciones, reiteró su rechazo al proyecto libertario. Por primera vez en meses, todas las vertientes del sindicalismo coincidieron en una línea común: la defensa cerrada de los derechos laborales básicos.
Con la renovación del Consejo Directivo prevista para la semana próxima, el tema se convirtió en un punto de cohesión interna. El objetivo, según dirigentes de la central, es llegar a ese proceso con una CGT unificada y en posición de confrontar políticamente los cambios que impulsa el Ejecutivo.
El “menú táctico” para resistir
El sindicalismo ya elabora una estrategia múltiple. Daer la definió como un “menú táctico” que incluirá acción política, judicial y gremial. En los hechos, esto implicaría presentaciones ante la Justicia laboral, presión parlamentaria y, si fuera necesario, paros y movilizaciones masivas, replicando el esquema que permitió frenar la reforma incluida en el DNU 70/2023, suspendida por los tribunales y resistida en las calles.
“El Gobierno no busca una modernización sino un cambio de paradigma: trasladar los riesgos empresariales al trabajador”, advirtió un integrante del consejo directivo, en una lectura que resume el diagnóstico cegetista.
Volcovinsky: “Le llaman reforma a un recorte de derechos”
Desde el plano político, Maia Volcovinsky reforzó la postura con un discurso que combinó crítica técnica y defensa doctrinaria. “Cada vez que se habla de reforma laboral en la Argentina, en realidad se está hablando de un recorte: flexibilizar, fragmentar y debilitar la negociación colectiva”, afirmó.
La dirigente judicial recordó que las medidas aplicadas hasta ahora por el Gobierno “no generaron empleo digno, sino todo lo contrario: destruyeron más de 200 mil puestos formales, cerraron 15 mil pymes y empujaron los salarios a los niveles más bajos de la región”.
Volcovinsky también apuntó contra las ideas de extender la jornada a 12 horas y de promover convenios por empresa, iniciativas impulsadas por Federico Sturzenegger. “Eso no es eficiencia, es regresión. Extender la jornada en un país donde las mujeres dedican más de seis horas diarias a tareas de cuidado equivale a institucionalizar la sobreexplotación”, sentenció.
En su rol de cosecretaria de Derechos Humanos de la CGT, adelantó que la central “será custodia de los derechos laborales conquistados y no permitirá su desmantelamiento”.
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Trabajadores del PAMI endurecen medidas de fuerza y denuncian una pérdida del 60% del poder adquisitivo
Los gremios del PAMI iniciaron un nuevo plan de lucha en rechazo al aumento menor al 3% ofrecido por el Gobierno nacional para todo 2025. Tras doce meses de salarios congelados, las organizaciones sindicales consideran la propuesta “una provocación” y denuncian el deterioro en la atención a jubilados y pensionados. Las medidas incluyen paros parciales y una marcha al Ministerio de Desregulación.
El conflicto salarial en el PAMI ingresó en una etapa crítica. Tras un año sin actualizaciones, los trabajadores de la obra social de los jubilados decidieron profundizar las medidas de fuerza luego de que el Gobierno ofreciera un incremento del 1,2% para octubre, 0,8% en noviembre y 0,8% en diciembre, un total que no supera el 2,8% trimestral.
La propuesta, presentada por funcionarios del Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, fue rechazada de plano por los sindicatos ATE, SUTEPA, APPAMIA y UTI, que la consideraron insuficiente y “desconectada de la realidad inflacionaria”.
“El último aumento fue en octubre del año pasado, de apenas 3,5%. Desde entonces, los sueldos permanecen congelados, mientras los precios crecieron más del 100%. Los trabajadores del PAMI perdieron más del 60% de su poder adquisitivo”, señaló un documento conjunto difundido por los gremios.
El cronograma de medidas comenzó este martes 28 con un paro de dos horas entre las 12 y las 14, continuará el miércoles 29 con una nueva interrupción de tres horas, y culminará el jueves 30 con una movilización nacional. Los sindicatos se concentrarán al mediodía frente a la sede central de la entidad, en avenida Corrientes 655, y marcharán hacia el Ministerio de Desregulación, donde exigirán una reapertura inmediata de la negociación paritaria.
“Una política de recorte que afecta también a los jubilados”
El secretario general de ATE Nacional, Rodolfo Aguiar, cuestionó duramente la postura oficial. “Esta política de recorte salarial no solo golpea a los trabajadores, sino que repercute directamente en la atención de más de cinco millones de jubilados. No se trata de un reclamo sectorial, sino de una situación que afecta a todo el sistema previsional”, afirmó.
Aguiar describió la última oferta del Gobierno como “una provocación destinada a agravar el conflicto” y adelantó que las medidas podrían extenderse si no hay respuestas. “Vamos a profundizar el plan de acción, porque nuestras demandas son legítimas. No pedimos privilegios, exigimos respeto y una compensación mínima por el esfuerzo que sostenemos día a día”, agregó.
Durante los paros, las oficinas del PAMI funcionan con dotaciones reducidas, lo que genera demoras en trámites, entrega de medicamentos y atención médica. Los sindicatos advirtieron que el deterioro en las condiciones laborales ya tiene un correlato directo en la calidad del servicio: “Con salarios congelados y personal agotado, es imposible garantizar la atención que los jubilados merecen”, indicaron en un comunicado.
Silencio oficial y malestar creciente
Hasta el momento, el Gobierno no se pronunció públicamente sobre el nuevo plan de lucha ni sobre la posibilidad de revisar la pauta ofrecida. La falta de interlocutores claros y la decisión de centralizar las negociaciones en el Ministerio que conduce Federico Sturzenegger incrementaron el malestar en los sindicatos, que reclaman un canal de diálogo “serio y con responsabilidad institucional”.
Fuentes gremiales señalan que el congelamiento salarial del PAMI se inscribe en un marco de ajuste generalizado en el sector público, que ya afecta a organismos como el ANSES, la Superintendencia de Salud y el propio Ministerio de Trabajo. “El problema no es solo el porcentaje, sino la falta de voluntad de discutir una recomposición real. Es una decisión política de achicar el Estado a costa de los trabajadores y de los jubilados”, advirtieron desde ATE.
Analistas laborales consultados coinciden en que el conflicto del PAMI puede transformarse en un caso testigo. La paritaria del organismo, congelada desde noviembre de 2024, refleja la tensión estructural entre la política de contención del gasto público y la presión sindical por recuperar ingresos en un contexto de inflación persistente.
Contexto económico y desgaste institucional
El reclamo del PAMI no ocurre en el vacío. Se da en medio de una contracción del consumo, aumento de la pobreza y deterioro de los salarios públicos, que acumulan más de una década de pérdida sostenida frente a la inflación. La promesa de “orden fiscal” del Gobierno convive con un creciente descontento social, y el sistema previsional —por su magnitud y su impacto directo en la vida de millones de personas— se convierte en un escenario sensible.
“Mientras el Ejecutivo busca mostrar disciplina en el gasto, lo que se ve en la base es desfinanciamiento y desmotivación. Los trabajadores del PAMI están sosteniendo la estructura con salarios de hace un año y sin horizonte de recomposición”, señaló un economista especializado en políticas públicas.
La erosión también se percibe en la estructura institucional. En varias provincias, los empleados de la obra social argumentan que faltan insumos básicos, personal administrativo y recursos tecnológicos, lo que profundiza los retrasos y eleva la conflictividad interna.
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