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Mientras el Ejecutivo celebra aumentos por debajo de la inflación como señal de «responsabilidad», sindicatos con mayor autonomía logran mejoras sustanciales sin homologación oficial. En un escenario de ajuste estructural, la pulseada salarial revela la fragilidad del modelo libertario frente al músculo sindical.

La negociación salarial en la Argentina de Javier Milei se ha transformado en un tablero de ajedrez donde el Gobierno busca mover las piezas a su favor limitando la autonomía sindical, mientras gremios más combativos burlan las restricciones con acuerdos que, aunque no homologados, ganan terreno en el bolsillo de los trabajadores. Esta disputa, que combina retórica oficialista con maniobras gremiales por debajo del radar, expone una fractura profunda en el esquema laboral del país.

Desde el Ministerio de Capital Humano, conducido por Sandra Pettovello, se celebró como un logro que el gremio petrolero de Vaca Muerta aceptara un aumento de apenas 4,3% para el primer trimestre del año. El acuerdo fue destacado por ubicarse “por debajo de la inflación estimada”, según palabras de la cartera. A primera vista, se trata de un mensaje de disciplina salarial, funcional al plan de estabilización del Ejecutivo. Sin embargo, bajo esa aparente moderación se esconde una realidad más porosa: otros sindicatos, sin esperar la venia oficial, acordaron subas muy por encima de la pauta deseada por la administración libertaria.

La Federación de Aceiteros y los desmotadores de algodón, por caso, firmaron un incremento del 21% sobre los básicos de diciembre. Aunque estos pactos no fueron homologados por el Estado, el empresariado comenzó a abonarlos, reconociendo la presión de los trabajadores organizados y la necesidad de evitar conflictos. El contraste es nítido: mientras el oficialismo intenta contener expectativas, sectores con mayor fortaleza sindical las elevan por encima del techo inflacionario impuesto desde las usinas del poder.

El caso del gremio de Comercio ilustra el limbo jurídico-laboral en el que se encuentran miles de trabajadores. Con un convenio acordado pero no convalidado por la Secretaría de Trabajo, los empleados siguen cobrando aumentos gracias a la voluntad empresaria de evitar un conflicto masivo. Es una paritaria de hecho, sin legitimidad formal, pero con ejecución práctica. En este juego de equilibrios precarios, los empresarios se ven obligados a actuar con pragmatismo, incluso cuando el marco normativo les ofrece ambigüedad como escudo.

Los datos duros no acompañan el optimismo oficial. Según el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), el salario real privado todavía no logra recomponerse del retroceso sufrido desde noviembre de 2023. La recuperación se ha estancado y, en algunos casos, continúa en caída. El índice RIPTE —utilizado por el Gobierno para mostrar mejoras— resulta engañoso, ya que no discrimina entre remuneraciones por jornada habitual y las infladas por horas extras, reflejando más una estrategia de supervivencia que una mejora estructural del ingreso.

La fragmentación del mapa paritario refleja el cambio de época. Bajo el paraguas ideológico de la “libertad de mercado”, el Gobierno intenta instaurar un nuevo paradigma donde los convenios colectivos pierdan peso, reemplazados por acuerdos individuales o sectoriales alineados con su lógica. Sin embargo, esta ingeniería laboral no se impone sin resistencias. Camioneros, Sanidad, Alimentación y la UOM, entre otros, se encuentran en etapas decisivas de negociación, y no se vislumbra una rendición incondicional ante los lineamientos libertarios.

Resulta sintomático que, en el afán de celebrar paritarias “austera y responsables”, el Gobierno haya convertido el acta de Vaca Muerta en una bandera. La paradoja es evidente: se aplaude un incremento que condena al salario a perder poder adquisitivo, mientras se condena el accionar de sindicatos que logran preservar el ingreso de sus representados. El mensaje es claro: se premia la subordinación, no el bienestar de los trabajadores.

Las paritarias de 2025 no solo están definiendo ajustes salariales, sino que configuran un nuevo campo de disputa ideológica en la Argentina. Frente a un modelo que busca disciplinar a los sindicatos desde el poder político, los gremios con mayor capacidad de acción no solo resisten, sino que marcan el ritmo de la negociación. En este pulso entre institucionalidad formal y realidad efectiva, el Gobierno enfrenta un dilema central: cómo sostener su programa económico sin erosionar por completo el contrato social del trabajo. La incógnita aún no tiene desenlace, pero los indicios revelan que la disputa salarial será, quizás, el escenario más tangible donde se mida el verdadero alcance del experimento libertario.

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Martín Solazzo (UOM): “No estamos dispuestos a acompañar una reforma que precariza el trabajo”

El titular de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) de San Juan, Martín Solazzo, mediante una entrevista concedida a Mundo Laboral SJ, cuestionó la falta de homologación paritaria y rechazó el proyecto de reforma laboral impulsado por el Gobierno. Aseguró que la iniciativa “no busca modernizar, sino flexibilizar”, y alertó que “el país retrocede mientras el mundo disputa mano de obra calificada”. También pidió una CGT “firme y unida” ante un escenario de conflictividad creciente.

El dirigente confirmó que los trabajadores metalúrgicos de la provincia cobrarán en noviembre los mismos sueldos que en septiembre, ya que el último acuerdo paritario —vigente hasta agosto— no fue renovado ni homologado.

“Seguimos cobrando el sueldo de agosto, con un bono no remunerativo que no se aplica al básico. Llevamos más de 60 días de atraso. Tanto la UOM como las cámaras industriales presentamos pedidos formales para reabrir la paritaria, pero la Secretaría de Trabajo los desestimó”, explicó.

El sindicalista consideró que esta falta de convocatoria responde a una estrategia política. “Todo indica que el Gobierno nacional quiso dejar pasar las elecciones del 26 de octubre antes de definir las negociaciones. Pero la realidad es que los trabajadores siguen perdiendo poder adquisitivo mientras la inflación no da tregua”, apuntó.

El representante sindical detalló que ya se realizaron nuevas presentaciones conjuntas entre el gremio y las cámaras empresarias para que el Ministerio disponga una audiencia formal. “Queremos destrabar la negociación y actualizar la escala desde septiembre en adelante. No se trata de un reclamo exagerado: es simplemente defender el valor real del salario”, subrayó.

Críticas a la reforma laboral

Consultado sobre el proyecto de reforma laboral que impulsa el Ejecutivo nacional, el dirigente fue contundente:

“La reforma que proponen es una pérdida de derechos disfrazada de modernización. En ningún punto se habla de salarios dignos ni de equiparación con la canasta básica. Lo que sí se menciona es extender las jornadas, recortar vacaciones y eliminar indemnizaciones. Todo eso daña directamente al trabajador.”

Solazzo aclaró que la UOM no se opone a revisar ni modernizar convenios que datan de los años 70, pero insistió en que “una verdadera modernización debe partir del reconocimiento del trabajo digno y bien pago”. “Podemos discutir capacitación, tecnología o nuevas formas de organización laboral. Pero si el punto de partida no es el salario y la estabilidad, todo lo demás es precarización”, afirmó.

El referente gremial calificó de “arbitrario y regresivo” el intento de imponer bancos de horas y jornadas de hasta 13 horas diarias:

“Te dicen que vas a devolver las horas cuando el empleador lo disponga. Eso no es eficiencia, es explotación moderna. La vida del trabajador no puede ser una variable de ajuste.”

“A contramano del mundo en materia laboral”

El titular de la UOM en San juan comparó la situación argentina con las tendencias internacionales:

“El mundo se está disputando mano de obra calificada, trabajadores con formación y estabilidad. En cambio, acá se está desmantelando todo eso. Estamos retrocediendo tres décadas. Es un daño enorme, muchas veces irreparable.”

El dirigente recordó que muchos de los derechos laborales argentinos tienen rango constitucional o respaldo en tratados internacionales, y advirtió que “modificarlos sin consenso podría generar conflictos jurídicos y políticos de gran escala”.

“No es tan fácil cambiar la ley para que un trabajador pase de 8 a 13 horas. Hay límites legales, pero también límites éticos”, remarcó.

Unidad sindical y desafíos de la CGT

A pocos horas de la renovación de autoridades de la Confederación General del Trabajo (CGT), prevista para el 5 de noviembre, Solazzo respaldó la posición de la central obrera, que reafirmó su rechazo a cualquier reforma que implique pérdida de derechos.

“Acompañamos totalmente a la CGT en esta postura. Lo más importante es que se logre una unidad sólida, no una unidad forzada. Hay que dejar de lado los egos y los intereses personales. Lo que viene exige una CGT fuerte, firme y consensuada.”

El gremialista destacó que la unidad sindical será decisiva frente a un gobierno que “pretende avanzar sobre el marco regulatorio del trabajo y desarticular la estructura gremial”.

“Si el movimiento obrero no se mantiene unido, el trabajador quedará solo ante un modelo que busca precarizar el empleo. Y eso sería el peor retroceso de nuestra historia reciente.”

El trabajo, entre la incertidumbre y la resistencia

En la entrevista, Solazzo enfatizó que el sector metalúrgico enfrenta un momento bisagra. Mientras la producción se desacelera y los salarios pierden terreno, el Gobierno promueve cambios que, según el gremio, “rompen el equilibrio básico entre capital y trabajo”.

“Una verdadera reforma laboral debería discutir cómo se generan empleos de calidad, cómo se distribuye la riqueza, cómo se sostiene la industria nacional. Pero en este proyecto, lo único que se menciona es cuánto más puede flexibilizarse el trabajo”, concluyó.

El testimonio de Martín Solazzo sintetiza la posición de incertidumbre y resistencia del sindicalismo frente a la nueva etapa de reformas estructurales que propone el Gobierno. Desde las bases provinciales hasta las conducciones nacionales, el reclamo converge en un punto central: sin salario digno y sin estabilidad laboral, no hay modernización posible.

En un país donde el trabajo sigue siendo el núcleo del contrato social, la advertencia de la UOM resuena como un recordatorio político y ético: la productividad no puede construirse sobre la pérdida de derechos. Y en esa tensión entre eficiencia y justicia, se juega buena parte del futuro del trabajo argentino.

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Docentes universitarios anuncian un paro nacional de 72 horas

Ante la falta de respuestas del Gobierno Nacional y el deterioro sostenido del poder adquisitivo, CONADU Histórica anunció un paro nacional de 72 horas para los días 12, 13 y 14 de noviembre. El gremio exige la inmediata reapertura de paritarias y la implementación efectiva de la Ley de Financiamiento Universitario, cuya aplicación fue suspendida por el Ejecutivo en una decisión que los docentes califican como “jurídicamente inaceptable”.

La Federación Nacional de Docentes, Investigadores y Creadores Universitarios (CONADU Histórica) resolvió profundizar su plan de lucha con una medida de fuerza de alcance nacional que afectará la actividad académica en todas las universidades públicas del país. El paro, programado para los días miércoles 12, jueves 13 y viernes 14 de noviembre, fue aprobado por amplia mayoría durante el Congreso Extraordinario de la organización realizado el pasado 30 de octubre, con la participación de 84 delegados de asociaciones de base de todo el territorio nacional.

La decisión se inscribe en un escenario de creciente conflictividad en el sistema universitario, marcado por la parálisis en las negociaciones salariales y la suspensión de leyes fundamentales para el financiamiento y la continuidad de las políticas públicas en educación superior.

“El Gobierno no ha convocado a la paritaria del sector ni ha ofrecido respuestas a las demandas salariales que venimos planteando desde hace meses”, señalaron desde la conducción nacional del gremio. Según la federación, los salarios docentes acumulan una pérdida que supera el 45 % en términos reales desde diciembre de 2023, lo que agrava el deterioro de las condiciones de trabajo y amenaza la sustentabilidad de la vida universitaria cotidiana.

En un comunicado difundido tras el Congreso, la CONADU Histórica expresó su preocupación por el reciente decreto del Poder Ejecutivo Nacional que, en la misma disposición, promulgó y suspendió la aplicación de la Ley de Financiamiento Universitario y de la Ley de Emergencia en Salud Pediátrica, conocida como “Ley Garrahan”. El texto oficial —publicado en el Boletín Oficial el 21 de octubre— reconoce la deuda del Estado con el sistema universitario, contemplando una actualización salarial del 40 % a julio de 2025, fondos para becas estudiantiles y partidas para gastos de funcionamiento. Sin embargo, su suspensión inmediata dejó sin efecto las medidas de alivio que el propio decreto admitía como urgentes.

“Es una decisión contradictoria, ilegítima y jurídicamente inaceptable”, sostuvieron desde el gremio, al tiempo que remarcaron que “la suspensión vulnera derechos adquiridos y posterga indefinidamente el cumplimiento de compromisos asumidos por el Estado”.

La medida, señalan, no solo afecta a los trabajadores docentes, sino que compromete la estabilidad institucional de las universidades y la posibilidad de garantizar el derecho a la educación pública de calidad.

Desde la federación convocaron a toda la comunidad universitaria —docentes, estudiantes y personal no docente— a sostener la organización y fortalecer la unidad “en defensa de la universidad pública, gratuita y al servicio del pueblo”. En ese sentido, se prevén asambleas, clases públicas y actividades de visibilización en los principales centros universitarios durante los días de la huelga.

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El Gobierno blanquea su estrategia sindical: convenios por empresa y fin del modelo colectivo

Durante una exposición ante empresarios en Madrid, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, confirmó que el objetivo del Gobierno es impulsar una reforma laboral que “desarticule la estructura de los gremios” mediante la prevalencia de los convenios por empresa. Reconoció que el cambio “alterará el poder sindical” y defendió el proyecto como una vía para “federalizar” el mercado de trabajo.

El funcionario hizo estas declaraciones en Madrid, durante el Encuentro Empresarial organizado por la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) y la Embajada Argentina en España, donde expuso ante un auditorio compuesto por más de 200 empresarios, emprendedores y diplomáticos. Fue el primer miembro del gabinete de Javier Milei en visitar España tras el triunfo legislativo de La Libertad Avanza en octubre.

En su presentación, Sturzenegger sostuvo que el esquema de relaciones laborales argentino es “centralizado y obsoleto”, y planteó la necesidad de que los convenios colectivos por empresa tengan prioridad sobre los acuerdos sectoriales o nacionales. Según explicó, esta reforma permitiría “federalizar las negociaciones” y adaptar las condiciones de trabajo a la realidad económica de cada región o compañía.

“En Argentina, el nordeste está asfixiado por las condiciones que se imponen desde Buenos Aires. Las reglas deben definirse en cada lugar, con la participación directa de las empresas y los trabajadores”, argumentó el ministro, acompañado por el embajador argentino en España, Wenceslao Bunge.

Al ser consultado sobre la reacción que podría generar esta reforma en el movimiento obrero, Sturzenegger fue categórico:

“Cuando el convenio por empresa prevalece sobre el sindical nacional, se desarticula toda la estructura gremial. El orden de prelación cambia el poder. Por eso, vamos a tener que bailar si queremos hacer esto”, afirmó, en una frase que rápidamente circuló en Buenos Aires y generó críticas de las centrales sindicales.

La admisión del ministro blanquea uno de los ejes estratégicos de la agenda laboral del gobierno de Javier Milei: debilitar el poder de negociación de los sindicatos y promover un esquema descentralizado de relaciones laborales. En los borradores del Consejo de Mayo, el Ejecutivo ya incluyó reformas sobre la jornada de trabajo, el régimen de indemnizaciones y la autonomía de los convenios empresariales, temas que se discutirán en el Congreso en el inicio del nuevo período legislativo.

Si bien Sturzenegger evitó confrontar directamente con el expresidente Mauricio Macri, sus declaraciones marcaron una diferencia política: mientras el macrismo había intentado consensuar una reforma con la CGT, el actual Gobierno parece decidido a avanzar sin intermediarios, bajo una lógica de confrontación abierta con el sindicalismo.

El discurso de Madrid ratifica que la estrategia oficial no se limita a modernizar el marco legal, sino que busca redefinir el equilibrio de poder entre el Estado, las empresas y los trabajadores, en un movimiento que el propio ministro describe como “la transformación más profunda del mercado laboral argentino en décadas”.

Las palabras de Sturzenegger, lejos de pasar inadvertidas, revelan el núcleo político de la reforma laboral que el Gobierno planea impulsar: un intento de reconfigurar el mapa sindical argentino y desplazar la negociación colectiva hacia el ámbito empresarial.

La “federalización” de los convenios, presentada como modernización, supone también una alteración estructural del sistema de representación gremial vigente desde mediados del siglo XX. En un país donde el sindicalismo sigue siendo un actor central de la vida económica y política, el desafío que plantea el ministro no sólo anticipa una disputa jurídica y parlamentaria, sino una batalla cultural en torno al modelo laboral que definirá el futuro del trabajo en la Argentina.

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