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El secretario general de la UOM San Juan, Martín Solazzo, analizó el acuerdo salarial alcanzado tras 90 días de negociaciones. Destacó los avances para los trabajadores, señaló el deterioro del empleo industrial y cuestionó el rumbo económico y laboral del Gobierno. También advirtió por el impacto de las homologaciones demoradas y la falta de diálogo oficial.

La Unión Obrera Metalúrgica concluyó un extenso proceso de negociaciones paritarias para el período septiembre 2025–marzo 2026, en un contexto nacional marcado por cierres de plantas, caída del empleo y tensiones políticas por la inminente reforma laboral. Martín Solazo, hizo un balance del acuerdo y trazó un diagnóstico severo sobre la situación industrial del país.

“Fueron tres meses de negociaciones, pero finalmente logramos un entendimiento razonable para el trabajador dentro del contexto actual”, señaló el dirigente. El esquema contempla un 3,14% para septiembre —correspondiente a la paritaria previa y que nunca llegó a aplicarse—, un 4,2% en noviembre y otro 4,2% en enero. El resto de los meses se complementan con bonos de suma fija: $35.000 en octubre y diciembre, $15.000 en noviembre y enero, $25.000 en febrero y nuevamente $35.000 en marzo.

Según explicó Solazzo a Mundo Laboral SJ, la combinación entre porcentuales y montos fijos permitió superar el nivel de aumento que buscaba limitar el Gobierno. “La sumatoria da un 12% y, siendo acumulativo, llega a un 14%. El Gobierno pretendía que no se pasara del 7 a 7,6% en estos siete meses. Si nos guiábamos solo por porcentuales, perdíamos; los bonos fueron claves para sostener el salario.”

Además, la UOM logró dejar asentado que la base de cálculo para abril de 2026 se incrementará automáticamente en un 5%, punto que había sido acordado meses atrás pero que las cámaras empresarias no habían aplicado por problemas de redacción. Esta corrección queda ahora formalmente incorporada como piso para la paritaria 2026–2027.

Homologación y revisiones: el otro frente abierto

El referente gremial advirtió, no obstante, sobre un problema que se volvió frecuente en el último año: las demoras en la homologación de acuerdos por parte de la Secretaría de Trabajo. “Venimos padeciendo esperas de 60 u 80 días. Esperamos que esta vez no pase lo mismo”, expresó.

También confirmó dos instancias de revisión: una en enero —para medir el impacto inflacionario del fin de año— y otra en marzo. Según explicó, diciembre suele ser un mes de fuerte presión de precios y es clave analizar si el poder adquisitivo queda rezagado.

Un sector golpeado: cierres, retiros y un modelo sin industria

Más allá del acuerdo salarial, Solazzo describió un panorama industrial crítico. Señaló cierres recientes que golpearon al sector metalúrgico y a la actividad manufacturera en general.

“Empresas históricas como SKF o Whirlpool se están yendo después de décadas. Son señales claras del daño que hace un modelo económico sin horizonte industrial”, afirmó. Para el dirigente, la caída del consumo —a su vez consecuencia de la pérdida salarial— profundiza el deterioro del mercado interno y acelera el cierre de plantas. “Si hay un mal salario, no hay consumo, y sin consumo la industria se cae. Es directamente proporcional.”

El líder metalúrgico remarcó que la UOM busca acuerdos que puedan asumir tanto grandes firmas como pymes, pero reconoció que la situación económica vuelve cada negociación más compleja. “Seguimos estando varios puntos abajo. En algún momento hay que recuperar lo perdido”, sostuvo.

Reforma laboral y tensión con el Gobierno

En la recta final de la entrevista, Solazzo fue particularmente crítico con el manejo político del Gobierno, tanto en materia laboral como institucional. En referencia al proyecto de reforma laboral impulsado por el Ejecutivo, afirmó: “La CGT tiene razón en su postura. Esta es una reforma regresiva que no vamos a acompañar bajo ningún punto de vista.”

También cuestionó la falta de diálogo y la tendencia del Gobierno a imponer definiciones sin consenso: “No es de sorprender. El Gobierno trabaja así: no debate, no escucha y termina resolviendo por DNU. Lo vimos incluso con el salario mínimo.”

Para el titular de la UOM San juan, la respuesta sindical será firme: “Resistiremos, saldremos a la calle y haremos lo que tengamos que hacer para que no nos atropellen al sector trabajador.”

El acuerdo paritario metalúrgico representa un alivio moderado en un escenario económico adverso, donde la pérdida salarial, el freno industrial y las tensiones políticas se superponen. Martín Solazzo celebra un entendimiento que, dentro de las limitaciones, refuerza ingresos y establece garantías futuras, pero no oculta la preocupación por el presente del sector y por un Gobierno que, según advierte, desconoce el rol estratégico de la industria y del trabajo organizado.
El cierre de plantas, la caída del empleo y la inminente discusión por la reforma laboral prefiguran un 2026 cargado de desafíos, en el que la pulseada entre sindicatos y Gobierno volverá a ser central para el rumbo social y productivo del país.

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El Gobierno acelera la reforma laboral en el Senado y apuesta al protagonismo de Patricia Bullrich

En medio de las sesiones extraordinarias convocadas por el Poder Ejecutivo, el Gobierno de Javier Milei decidió acelerar al máximo el trámite legislativo de la reforma laboral, una de las iniciativas más ambiciosas —y más controvertidas— de su programa. La apuesta central pasa por avanzar primero en el Senado, donde la flamante senadora Patricia Bullrich asumió un rol protagónico para intentar garantizar una media sanción antes del 26 de diciembre.

Bullrich presentó públicamente los lineamientos centrales del proyecto, al que definió como una propuesta “moderada” orientada a modernizar las relaciones laborales, “generar empleo” y otorgar mayor previsibilidad tanto a empresas como a trabajadores. Sin embargo, el texto legislativo —de más de cien páginas— introduce cambios profundos que afectan pilares históricos del derecho laboral argentino.

Entre las modificaciones previstas se incluyen nuevas modalidades de contratación, figuras laborales de mayor flexibilidad, acuerdos a tiempo parcial y la posibilidad de pactar remuneraciones en moneda extranjera o inclusive en especie. También se habilita un esquema de “salario dinámico”, un banco de horas que elimina el pago obligatorio de horas extra y mecanismos alternativos a la indemnización tradicional por despido.

Pese al alcance estructural del proyecto, el Gobierno pretende una aprobación veloz. La estrategia legislativa consiste en avanzar primero en el Senado, donde paradójicamente el oficialismo tiene mayor dificultad para reunir mayorías estables. Por esa razón, Bullrich inició una ronda de conversaciones con los bloques del PRO y la UCR en busca de garantizar el respaldo mínimo necesario. La presión del Ejecutivo es explícita: llegar con la media sanción antes de fin de año.

La dinámica interna del Senado, sin embargo, no parece acompañar el apuro. El recambio legislativo dejó a la Cámara Alta en pleno proceso de reorganización, sin comisiones conformadas y con negociaciones aún abiertas sobre la distribución de espacios estratégicos. Aun así, en los últimos días se especuló con que Bullrich podría intentar presidir la Comisión de Trabajo y Seguridad Social —algo inusual para quien conduce un bloque— con el fin de acelerar el dictamen. Otra alternativa que circula es que se sostenga al frente de la comisión a la senadora cordobesa del PRO, Carmen Álvarez Rivero, para evitar demoras formales.

El contraste entre las urgencias políticas del oficialismo y la realidad procedimental del Senado quedó expuesto en la propia advertencia de la presidenta del cuerpo, Victoria Villarruel, quien, consciente del riesgo de un traspié legislativo, lanzó una frase que resonó en el Palacio:

“Patricia, no te tires arriba de la granada”.

Ese comentario sintetizó el clima interno: el apuro del Gobierno choca contra un Congreso que todavía no recuperó su ritmo, una oposición fragmentada pero no indefensa, y un proyecto que despierta fuertes resistencias en el mundo sindical y en sectores de la justicia laboral.

Mientras la Casa Rosada insiste en que la reforma es indispensable para “destrabar” el mercado de trabajo, las organizaciones gremiales denuncian una ofensiva que erosiona derechos conquistados y desfinancia los mecanismos de protección del trabajador. En paralelo, especialistas en derecho laboral advierten sobre la complejidad técnica del texto y el riesgo de judicialización masiva si se aprueba sin un debate profundo.

El proyecto de reforma laboral se convirtió en una carrera contrarreloj que expone tensiones políticas, desafíos institucionales y un oficialismo decidido a avanzar aun en un escenario legislativo inestable. El éxito o fracaso de la estrategia dependerá no sólo de la capacidad de Patricia Bullrich para articular apoyos, sino también de la disposición del Senado a convalidar un debate exprés sobre transformaciones estructurales.
La pregunta que atraviesa estas semanas es clara: ¿logrará el Gobierno imponer la velocidad por sobre la deliberación, o el Congreso le recordará que las reformas de fondo necesitan algo más que apuro político?

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Crisis sin precedentes: se multiplica la migración laboral argentina hacia Brasil y Paraguay

La combinación de recesión, caída del empleo rural y desregulación de sectores clave aceleró un fenómeno que antes era marginal: trabajadores misioneros, tareferos y obreros de la construcción atraviesan diariamente la frontera para acceder a salarios que en la Argentina quedaron pulverizados. El impacto social ya es crítico en las localidades limítrofes.

Durante décadas, el flujo migratorio entre Argentina y sus países limítrofes tuvo una dirección predominante: ciudadanos de Paraguay y Brasil cruzaban hacia Misiones en busca de trabajo en yerbales, chacras y obra pública. Sin embargo, esa tendencia histórica se revirtió. Hoy son miles los argentinos que marchan en sentido contrario, empujados por el deterioro económico, la paralización de la obra pública y la destrucción de la industria yerbatera tras el decreto 70/2023.

La postal se repite a diario en distintos cruces fronterizos. En San Antonio, Misiones, el intendente Fausto Rojas estima que unas 2.000 personas por día —muchas de ellas familias enteras— atraviesan hacia Santo Antônio do Sudoeste, Brasil, en busca de changas rurales, tareas de cosecha o empleo en la industria liviana. “Nuestra gente puede subsistir gracias al trabajo del otro lado”, reconoció el jefe comunal, aunque lamentó el impacto social: “Cada vez más familias golpean la puerta del municipio porque no les alcanza ni para pagar la luz”.

El fenómeno ya no es ocasional. Esta semana, 125 argentinos fueron retenidos por la Policía Federal de Brasil en Guaraciaba cuando viajaban hacia Santa Catarina para realizar la cosecha de cebolla y tabaco. La escena, similar a las redadas migratorias que padecen los trabajadores mexicanos en Estados Unidos, revela la dimensión de una crisis que empuja a campesinos y obreros a cruzar sin documentación o en condiciones extremadamente precarias.

La tormenta perfecta en el mercado yerbatero

La desregulación del sector impulsada por el decreto 70/2023 dejó al Instituto Nacional de la Yerba Mate sin herramientas para fijar precios, ordenar la cosecha o controlar la calidad del producto importado. El resultado fue devastador: miles de pequeños productores venden su hoja verde a valores irrisorios, entre $250 y $300 el kilo cuando —según el sector— debería pagarse alrededor de $700 para cubrir costos.

“La gente no tiene para sembrar la tierra, no tiene para comer”, sintetizó Antenor Alvenz, secretario del Sindicato de Tareferos (SITAJA). Sus palabras resuenan como diagnóstico y advertencia: “Si esto sigue así, en febrero no arranca la cosecha. ¿Qué hacen 17.000 tareferos? ¿De qué van a vivir?”.

Frente al derrumbe del ingreso, muchos trabajadores optan por cruzar la frontera por 30 o 40 días, o incluso diariamente. Otros se trasladan con sus familias, enfrentando riesgos laborales, precariedad habitacional y condiciones de contratación que, según denuncian los gremios, en algunos casos bordean la explotación.

El campo y la construcción, los destinos más buscados

El intendente de Bernardo de Irigoyen, Eduardo “Chichín” Aquino, confirma la escala creciente del éxodo laboral. “Antes se iban a Corrientes o Entre Ríos; ahora optan por Brasil porque rinde un poco más”, señaló. Describe así un giro económico profundo: jóvenes, trabajadores rurales y obreros de la construcción cruzan a diario hacia Dionísio Cerqueira, San Miguel y otras ciudades brasileñas donde la reactivación industrial contrasta con la recesión del lado argentino.

Aquino advierte que el fenómeno afecta de lleno a la vida cotidiana: “Cuando el comercio local se resiente, se resiente todo. La falta de trabajo empuja a que familias completas viajen cientos de kilómetros para hacer tareas rurales, y cada vez duran más tiempo afuera”.

Un país que empieza a vaciarse por sus bordes

La secretaria general del Sindicato Único de Obreros Rurales (SUOR), referente de un sector castigado, responsabiliza abiertamente al Gobierno nacional por la crisis y por la ruptura del entramado productivo regional. “Hace dos años que trabajamos a pérdida. Este gobierno vino a destruir las economías regionales. Las familias se rompen porque acá no hay trabajo”, enfatizó. También alertó sobre situaciones de abuso laboral en Brasil y Paraguay: “Hay gente que viaja desesperada sin saber a dónde llega, y tuvimos que rescatar a varios compañeros a los que no les querían pagar”.

Mientras tanto, la escena en San Antonio lo resume todo: un cartel de ingreso al municipio afirma que “aquí no termina el país, aquí comienza la patria”. Sin embargo, cada día son más los que dejan atrás ese límite buscando simplemente sobrevivir.

La migración laboral hacia Brasil y Paraguay dejó de ser un fenómeno marginal para convertirse en un síntoma estructural de la crisis argentina. La recesión golpea con especial dureza a las economías regionales, donde la desregulación, la paralización productiva y el deterioro salarial empujan a trabajadores a abandonar su tierra en busca de oportunidades mínimas.

En la frontera, el Estado argentino aparece ausente: no contiene, no regula y no previene abusos. La pregunta que empieza a instalarse entre intendentes, gremios y organizaciones sociales es inquietante y urgente: ¿cuánto tiempo puede sostenerse un país que pierde a sus trabajadores por sus propios bordes?

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Trabajadores del Correo Argentino denuncian pérdida salarial y falta de diálogo

La Federación de Obreros, Empleados y Trabajadores del Correo (FOECYT), encabezada por Alberto Cejas, lanzó un duro pronunciamiento contra el Gobierno nacional por la falta de actualización salarial. El gremio advirtió que “la paciencia se acaba” y que se intensificará la militancia en defensa del empleo y del Correo Argentino, al que definieron como “una empresa rentable, eficiente y de bandera”.

El texto, difundido tras la reunión del Cuerpo Federativo Nacional (CUFENA) en la sede sindical, sostiene que “no hay más tiempo para dilaciones” y que los trabajadores del Correo Argentino llevan “casi dos años de licuación sostenida” de sus ingresos, un fenómeno que —según afirman— ha pulverizado el poder adquisitivo en un contexto inflacionario persistente.

Durante el encuentro, los representantes gremiales coincidieron en que la situación salarial se volvió “insostenible” pese a que el Correo Argentino, aseguran, “es hoy una empresa rentable, eficiente y competitiva”, atributos alcanzados gracias al “esfuerzo cotidiano de sus trabajadores y trabajadoras”. La conducción sindical subrayó que los niveles operativos de la empresa estatal son comparables “con los de cualquier operador postal del mundo”, lo que refuerza la demanda de una recomposición salarial acorde con el rendimiento logrado.

“Es gracias al esfuerzo de los trabajadores y trabajadoras telepostales que esta empresa hoy no sólo es rentable, sino que es eficiente y competitiva”, señala el comunicado. “El Gobierno debe reconocer ese aporte y abrir de manera urgente un canal de diálogo salarial”, exige el gremio.

En otro pasaje del documento, la FOECYT advierte que “cuando hay necesidades extremas, la paciencia se acaba”, aunque también reconoce que el contexto laboral actual genera temor e incertidumbre. “Sin trabajo no hay posibilidad de discutir salarios”, afirma el texto, en alusión a la ola de despidos y cierres de sectores productivos que, según los gremios, están dejando fuera del sistema a cientos de familias trabajadoras.

La dirigencia sindical fue aún más lejos al denunciar que el Gobierno “favorece a aquellos que supuestamente venía a combatir: la casta política, financiera y empresaria”. Bajo la consigna “¡Unidos en acción!”, la conducción de Cejas anunció que se profundizará la militancia gremial y se reforzará la unidad interna “por nuestro salario, nuestro trabajo y nuestro querido Correo de bandera, que es de todos los argentinos”.

La FOECYT, que agrupa a empleados y trabajadores del servicio postal estatal, atraviesa una etapa de fuerte movilización interna, con asambleas y plenarios en distintos puntos del país. Los dirigentes aseguran que mantendrán el reclamo “con firmeza y responsabilidad”, pero sin descartar medidas de fuerza si no hay avances en la mesa salarial.

Hasta el momento, las autoridades del Correo Argentino no han emitido respuesta oficial. Sin embargo, fuentes del sector admiten que la presión gremial podría derivar en un nuevo capítulo de conflicto antes de fin de año, en un escenario donde los salarios públicos continúan rezagados frente a la inflación y la política de ajuste del gasto mantiene congeladas las paritarias del sector estatal.

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