CONADU Histórica confirmó un paro universitario para el próximo jueves
El Plenario de CONADU Histórica ratificó el paro nacional de 24 horas para el próximo jueves 5 de septiembre con movilización al Congreso de la Nación para exigir que el Senado apruebe la Ley de Financiamiento Universitario.
La medida de fuerza será también en repudio al veto presidencial a la Ley de Movilidad Jubilatoria.
El proyecto de Ley plantea que el Poder Ejecutivo debe actualizar las partidas presupuestarias de las Universidades al 1 de enero de 2024 y hasta el 31 de diciembre de 2024 destinada a gastos de funcionamiento, de forma bimestral y en función del IPC.
Además, establece la recomposición salarial de docentes y nodocentes a partir del 1 de diciembre de 2023 y hasta el 31 de diciembre de 2024, de forma mensual y conforme a la inflación acumulada informada por el INDEC. `
Asimismo, en caso de que la ley no se apruebe el 5 de septiembre, el Plenario definió llevar al Frente Sindical de Universidades Nacionales, la propuesta de coordinar un paro nacional de 72 horas para la semana del 9 septiembre con acciones de visibilización.
Por último, se confirmó la convocatoria a una Marcha Nacional en Defensa de la Universidad Pública para la semana del 16 de septiembre.
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Marcelo Mena (ASIJEMIN): “La minería necesita licencia social, no especulación empresarial”
El titular nacional de la Asociación Sindical del Personal Jerárquico, Profesional y Técnico de la Actividad Minera (ASIJEMIN), Marcelo Mena, analizó el escenario político y económico tras las elecciones legislativas. Cuestionó la falta de resultados del RIGI, alertó sobre intentos de flexibilización laboral y subrayó la necesidad de “construir desarrollo minero con licencia social y equidad”.
En diálogo con Mundo Laboral SJ, Mena abordó el mapa político que dejaron los comicios legislativos y la nueva etapa que se abre para las economías regionales vinculadas a la actividad. Destacó que “en los distritos donde la minería es motor económico, la mayoría respaldó a las fuerzas políticas que promueven el desarrollo del sector”, aunque advirtió que ese respaldo “debe traducirse en resultados concretos y no en discursos vacíos”.
El Representante sindical valoró los avances en la provincia de Mendoza —donde el proyecto San Jorge obtuvo la declaración de impacto ambiental— como un paso importante para la diversificación productiva, pero insistió en que “ningún emprendimiento minero puede sostenerse sin licencia social”. En ese sentido, afirmó que “la licencia social no se otorga de una vez y para siempre, se construye día a día con responsabilidad, transparencia y participación de las comunidades”.
Mena subrayó que el diálogo debe incluir a todos los actores, incluso a los sectores ambientalistas: “No hay que aislar a nadie; la democracia se ejerce también escuchando a quienes disienten. La minería tiene que hacerse bien, con controles, con responsabilidad ambiental y con beneficios reales para la población”.
RIGI y promesas incumplidas
Consultado sobre el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), el titular de ASIJEMIN fue categórico: “Hasta ahora no vemos un solo yacimiento que se haya puesto en marcha gracias al RIGI. Hay anuncios, pero no hay inversiones concretas”.
El sindicalista cuestionó que se presenten estas políticas como soluciones automáticas: “El problema no es la falta de incentivos, sino la falta de compromiso real de las empresas. Si se prometen inversiones y no llegan, el Estado debe exigir explicaciones”.
El dirigente gremial recordó que la historia reciente demuestra que “las reformas laborales o tributarias por sí solas no generan empleo”. En esa línea, afirmó que “es el mismo discurso que escuchamos en los años 90: se prometió más trabajo, pero lo que hubo fue desempleo, hambre y desindustrialización”.
Paritarias y defensa del salario
Respecto de la situación salarial, Mena informó que ASIJEMIN alcanzó acuerdos escalonados con empresas como Newmont, Minera Santa Cruz, Cerro Negro y Vanguardia, logrando incrementos “por encima de la inflación” y priorizando la defensa del empleo.
Explicó que el gremio transita actualmente un proceso de conciliación obligatoria en Santa Cruz por despidos en Cerro Negro, con nueva audiencia el 26 de noviembre. “Defendemos cada puesto de trabajo y el poder adquisitivo de los compañeros. Aspiramos a recuperar la previsibilidad de las paritarias anuales, que permitan planificar mejor el salario y la vida de los trabajadores”, sostuvo.
La reforma laboral y el sentido del trabajo
En relación con los proyectos de reforma laboral impulsados por sectores del oficialismo, el referente de ASINEMIN fue contundente: “Ninguna reforma laboral genera empleo. Estas propuestas apuntan a debilitar la organización sindical, eliminar derechos y fomentar la precarización”.
Advirtió que las ideas de ampliar la jornada laboral, flexibilizar despidos o fraccionar las indemnizaciones “nos retrotraen a la década de los 90”. “No hay que tener miedo de decirlo: son medidas regresivas que castigan al trabajador y favorecen la especulación”, expresó.
El gremialista defendió un enfoque diferente: “Si vamos a discutir una reforma laboral, hagámoslo para reducir la jornada a seis horas, fomentar la igualdad de género, facilitar la jubilación anticipada en sectores de alto riesgo y promover la participación de los trabajadores en las ganancias. Esa es la reforma que queremos”.
Mena recordó que en los países desarrollados las jornadas laborales rondan las 36 a 40 horas semanales: “En Argentina tenemos una de las más extensas del mundo. Plantear extenderla a 12 horas es una locura. ¿Dónde queda el tiempo para la familia, para la formación, para la vida?”.
Marcelo Mena sintetiza la mirada de un sindicalismo minero que busca equilibrio entre desarrollo económico, sustentabilidad ambiental y justicia social. Frente a los intentos de flexibilización, reafirma el rol del trabajo como eje de dignidad y cohesión.
“Los minerales pertenecen al pueblo, y el primer beneficiado debe ser la gente”, resumió. Con esa premisa, el dirigente convoca a una agenda que combine producción, diálogo y respeto por los derechos laborales, en un país que necesita inversiones genuinas y un modelo de crecimiento con equidad.
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La nueva CGT inicia contactos con gobernadores para bloquear la reforma laboral
A pocas horas de asumir, la nueva conducción de la CGT activó su primer plan político: tejer alianzas con los gobernadores para impedir que la reforma laboral del gobierno avance en el Congreso. Gerardo Martínez, de la UOCRA, se consolida como figura de equilibrio y principal referente del ala negociadora.
La flamante conducción de la Confederación General del Trabajo (CGT) no tardó en dar señales de acción. Su primer movimiento fue netamente político: abrir una ronda de contactos con gobernadores provinciales para frenar la reforma laboral que el oficialismo pretende aprobar. El planteo se enmarca en una estrategia de contención institucional ante lo que los gremios califican como una iniciativa “anti sindical”, destinada a desarticular el sistema de negociación colectiva vigente.
La propuesta surgió del secretario general de la UOCRA, Gerardo Martínez, quien emergió del congreso cegetista como el dirigente con mayor influencia dentro del nuevo esquema de poder. Su rol resultó determinante para garantizar la lista única y para instalar un clima de moderación que evitó fracturas mayores en la central obrera.
El plan de acción inicial contempla una ronda de reuniones con mandatarios provinciales, en especial con aquellos que podrían actuar como contrapeso dentro del Congreso. Si bien el gobernador tucumano Osvaldo Jaldo se mostró proclive a “modernizar las leyes laborales”, la CGT ya habría obtenido el apoyo de Martín Llaryora, de Córdoba, para sostener una posición común de rechazo a los cambios estructurales. Otros gobernadores peronistas y aliados podrían sumarse a esa línea de resistencia moderada.
El objetivo político de la central obrera es claro: presionar para que los bloques provinciales no acompañen reformas que erosionen el modelo sindical argentino, en especial las iniciativas que priorizan convenios por empresa o debilitan la negociación colectiva por rama.
Sin embargo, la desconfianza persiste. Las declaraciones del ministro Federico Sturzenegger, quien en un foro internacional propuso “desarticular” la estructura sindical tradicional, reavivaron las alertas dentro de la CGT. La salida de Guillermo Francos del gabinete —considerado un interlocutor confiable por los gremios— y la falta de ascenso del asesor Santiago Caputo, vinculado a sectores gremiales dialoguistas, profundizaron la sensación de incertidumbre.
Un equilibrio inestable
Con una conducción que se presenta más moderada y pragmática, la CGT inicia una etapa de equilibrio político entre el diálogo institucional y la preservación del poder sindical. La estrategia es mantener canales abiertos con el Gobierno sin resignar capacidad de presión, en un contexto económico que tensiona salarios, convenios y estructuras laborales.
En ese marco, el flamante triunvirato integrado por Octavio Argüello (Camioneros), Cristian Jerónimo (Vidrio) y Jorge Sola (Seguros) mostró una postura de firmeza con vocación negociadora. En sus discursos de asunción, los tres coincidieron en el rechazo a cualquier intento de reforma que debilite los derechos de los trabajadores, aunque destacaron la importancia del diálogo institucional.
El mensaje más destacado fue el de Sola, quien sintetizó la línea política que busca imprimir la nueva conducción:
“El poder político es quien la ciudadanía ha elegido para que estén en mejores condiciones los propios ciudadanos. Nosotros estamos ahí para ayudar. Estamos para incorporarnos a la discusión que sea necesaria, con acuerdos, con diálogos, con tensión y con conflicto. Rechazamos el enfrentamiento y creemos en la tensión constructiva”.
Esa definición marcó el tono de la etapa que comienza: una CGT dispuesta a negociar, pero con límites claros ante cualquier intento de desarticulación sindical.
Las internas y el rol de Martínez
El congreso cegetista que consagró al nuevo triunvirato evitó mayores rupturas gracias al trabajo de contención de Gerardo Martínez y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias). Ambos articularon un acuerdo que permitió una lista única aprobada por 1.604 congresales, aunque 547 delegados se retiraron antes de la votación, en señal de descontento con el reparto de poder.
Martínez logró ubicar en el triunvirato a Cristian Jerónimo, uno de sus aliados más cercanos, a pesar de las resistencias iniciales de los sectores conocidos como “los gordos” y del barrionuevismo. En contrapartida, dirigentes como Juan Pablo Brey (Aeronavegantes) y Omar Plaini (Canillitas) quedaron fuera de la cúpula principal, reflejando el predominio de un bloque moderado y la marginalización del kirchnerismo sindical.
El resultado fue una CGT ordenada hacia el centro, con una impronta negociadora que busca preservar la institucionalidad gremial sin romper los canales con el poder político.
El “plan de gobernadores” representa mucho más que un primer gesto: es la puesta en marcha de una estrategia política de defensa del modelo sindical argentino, en tiempos en que el gobierno busca reformar las bases del sistema laboral. La nueva CGT, encabezada por dirigentes de perfil dialoguista, intentará sostener el equilibrio entre la cooperación institucional y la firmeza doctrinaria.
En ese tablero, Gerardo Martínez aparece como el verdadero articulador de una etapa donde la política, más que la confrontación, será el principal terreno de disputa del movimiento obrero argentino.
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La clase media se achica: el nuevo mapa social de un país en retroceso
El deterioro del bienestar social argentino se profundiza y la percepción de movilidad descendente se consolida como uno de los rasgos más visibles del presente. Según un informe del centro de estudios Pensar Lab, el 41% de los argentinos considera que vive peor que sus padres, mientras que solo el 27% cree mantener una situación similar y otro 27% afirma haber mejorado.
Los datos reflejan un cambio estructural en la percepción de progreso intergeneracional, un valor que históricamente definió la identidad nacional. Hoy, el optimismo social parece haber cedido ante la pérdida de ingresos reales, el aumento de los gastos básicos y la erosión del poder adquisitivo.
El mismo estudio revela que más de la mitad de los consultados (55%) sostiene que la clase media se está achicando, mientras apenas dos de cada diez creen que crece o se mantiene estable. Ese diagnóstico coincide con los principales indicadores económicos de los últimos años, donde los aumentos de tarifas, alquileres y servicios básicos superaron de forma sostenida los incrementos salariales, incluso dentro del sector formal.
Una clase media vulnerable
A nivel individual, el estudio muestra un dato clave sobre la autopercepción social: dos de cada tres argentinos se identifican hoy dentro de los estratos más bajos de la pirámide social, distribuidos entre una clase media baja (34%) y una clase baja alta (34%). Esa autodefinición marca un desplazamiento simbólico hacia posiciones de mayor vulnerabilidad, incluso entre quienes conservan un empleo registrado o vivienda propia.
La sensación de pérdida no se mide solo en ingresos, sino también en la calidad de vida y en la posibilidad de sostener consumos que antes eran parte del imaginario de ascenso. Vacaciones, salidas, cursos o actividades recreativas aparecen entre los primeros gastos resignados.
El informe destaca que, pese al ajuste, la cobertura médica privada se mantiene como el último bastión del consumo simbólico: el 28% de los encuestados asegura que sería lo último en recortar. Según los investigadores, esta elección “refleja que la prepaga actúa como un símbolo de pertenencia y una garantía mínima de seguridad”, un elemento que define la frontera emocional y social de la clase media argentina.
Una identidad en transformación
El informe de Pensar Lab describe a la clase media como un grupo demandante, crítico y poco paciente, tanto con la política como con las marcas y las instituciones. Su comportamiento se guía por una lógica de reciprocidad: “Premia con su adhesión a quienes percibe que piensan en ella, le solucionan problemas o le brindan seguridades”, señala el documento.
En esa dinámica, la confianza y la previsibilidad se convierten en los bienes más valorados, por encima del consumo material. El trabajo advierte que el malestar económico se combina con un sentimiento de pérdida de futuro, lo que genera una relación de desapego con el sistema político y con los discursos de largo plazo.
“Lo que en definitiva compra la clase media, envuelta en disfraces y formas diversas, es una sola cosa: seguridad”, concluye el parte.
La clase media argentina, históricamente motor de movilidad y estabilidad, vive hoy un proceso de redefinición profunda. Entre la inflación, la pérdida de ingresos y la incertidumbre, su horizonte se ha desplazado desde el progreso hacia la supervivencia y la búsqueda de protección.
Más que un retroceso económico, el estudio de Pensar Lab expone una transformación cultural: la seguridad se impone como nuevo ideal de pertenencia en un país donde cada vez más ciudadanos sienten que el futuro ya no garantiza una mejora respecto del pasado.
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