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Víctor Menéndez, secretario general del sindicato de estaciones de servicio de San Juan (SUOES), advirtió sobre el retraso salarial, el impacto del autodespacho de combustible, el peso de las petroleras y la pérdida de poder adquisitivo. Mientras continúan las negociaciones paritarias, el dirigente exigió soluciones urgentes y alertó sobre un futuro incierto para el sector.

La situación de los trabajadores de estaciones de servicio en San Juan refleja un cuadro de tensión que se repite en todo el país. Con negociaciones paritarias empantanadas, presiones desde el Gobierno nacional y una inflación que golpea los bolsillos día a día, el gremio que conduce Víctor Menéndez se mantiene en estado de alerta.

“Nosotros seguimos en contacto permanente con las cámaras empresariales. Iba a haber una reunión, y se postergó. Hay una expectativa grande, porque necesitamos una actualización salarial urgente”, sostuvo Menéndez en una entrevista con Mundo Laboral San Juan.

El estancamiento de sueldos, explicó, se agrava por una disposición de la Secretaría de Trabajo (ya sin rango ministerial), que limita los aumentos al 1% mensual, un techo que según el dirigente gremial es “imposible de sostener” frente al verdadero ritmo inflacionario. “Esto no alcanza para cubrir ni remotamente el deterioro de nuestros salarios. Estamos hablando de aumentos que no reflejan lo que vivimos cuando vamos al supermercado o a la carnicería”, lamentó.

La inflación real, lejos de las cifras oficiales

Una de las críticas más punzantes de Menéndez apunta directamente a los índices oficiales de inflación. “Los datos del INDEC son irreales, mentirosos. No se condicen con lo que vive cualquier trabajador cuando va a comprar alimentos. Hay una desconexión total con la realidad”, aseguró.

El dirigente comparó precios concretos para ilustrar el desfasaje. “A fines de 2023, el kilo de carne costaba lo mismo que el dólar. Hoy, con el dólar en $1.300, hay cortes que valen más de $12.000 por kilo. Es imposible que digan que la inflación fue del 1,6%”, cuestionó.

Convenios abiertos y una estructura laboral en transición

En paralelo a la puja salarial, el sindicato abrió el convenio colectivo para actualizarlo ante la transformación del negocio. “El mundo de las estaciones de servicio está cambiando. Hay nuevas categorías, servicios anexos y formas de comercialización que no estaban contempladas. Queremos discutir esos temas, pero sin perder de vista lo urgente: el salario”, remarcó Menéndez.

La situación se complica aún más con la incertidumbre sobre los convenios vigentes. A nivel nacional, algunos sindicatos han denunciado sus acuerdos, lo que deja a varias regiones sin marcos formales. En Buenos Aires, una firma logró un aumento del 10% en tres meses, pero en otras provincias como San Juan, aún no hay resolución.

Autoservicio: la amenaza silenciosa

Otro frente de preocupación para el sindicato es el desembarco del sistema de autoservicio en estaciones de servicio, una tendencia global que ya comenzó a instalarse en la provincia. el gremialista confirmó que el modelo se implementó en al menos una estación de bandera petrolera, ubicada en Rawson y 9 de Julio, en pleno centro sanjuanino.

“El autoservicio ya llegó. Es una realidad. Las petroleras están apuradas por imponerlo. Ellas son las que más ganan en este negocio y quieren seguir bajando costos, especialmente el laboral”, denunció. Según el Menéndez, la excusa de las empresas es el ahorro en costos operativos, pero en realidad, se trata de una estrategia para concentrar ganancias a expensas del empleo.

“Las petroleras son extranjeras, ganan fortunas y ahora quieren más. Pero el que pierde siempre es el trabajador. Si no defendemos el rol del operario, vamos a terminar vaciando el sector de puestos de trabajo”, alertó.

La presión impositiva y la caída del consumo

Más allá de las tensiones gremiales, Menéndez trazó un panorama sombrío para el sector. Denunció que el Estado se lleva más del 40% del valor de los combustibles en impuestos, pero no reinvierte en infraestructura ni acompaña al rubro con medidas de alivio.

“No vemos mejoras en las rutas, ni inversiones. Muchas estaciones viven del tránsito de camiones y turistas, y con la obra pública paralizada, el movimiento se cae. El consumo está planchado. Hay cafés vacíos, playas de estacionamiento casi desiertas. La gente no tiene un peso”, explicó.

El uso desmedido de tarjetas de crédito para comprar alimentos —otro indicador alarmante— también preocupa. “La gente ya ni siquiera puede pagar el total. Se endeuda, paga el mínimo y los intereses se la comen. Es una situación insostenible”, afirmó.

El futuro del trabajo en jaque

Para cerrar, Menéndez planteó la necesidad de una mirada más amplia que articule a empresarios, gremios y el Estado. “No se puede seguir mirando solo el ombligo. Si las petroleras ganan cada vez más y los trabajadores cada vez menos, estamos frente a un modelo que no es sustentable. El Estado también debe involucrarse. Si no invierte, si no regula, si no defiende el empleo, lo que viene es peor”, advirtió.

El dirigente no ocultó su preocupación: las estaciones de servicio, históricamente generadoras de empleo directo, enfrentan un doble frente —tecnológico y económico— que podría vaciar de contenido su función social.

El conflicto en las estaciones de servicio de San Juan es apenas un reflejo de lo que atraviesan muchos sectores del trabajo en la Argentina. En un escenario donde el salario pierde poder adquisitivo, las tecnologías avanzan sin regulación clara y los márgenes empresariales se ajustan sin contemplar al trabajador, el llamado a la negociación, la actualización de convenios y el compromiso del Estado suena urgente y necesario.

Víctor Menéndez lo resume en una frase que condensa el reclamo de todo un gremio: “No podemos permitir que el progreso se construya sobre el retroceso del empleo”.

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“Las mujeres debemos estar donde se toman las decisiones sindicales”

En una jornada que superó todas las expectativas, más de doscientas mujeres sindicalistas participaron del tercer Encuentro de Mujeres Trabajadoras organizado en la sede local de la CGT. La actividad contó con la presencia de tres dirigentes nacionales que impulsan la inclusión femenina en el triunvirato que conducirá la central obrera. Además, Ana Carrizo, secretaria general del SADOP, advirtió sobre los desafíos de género frente a la reforma laboral que impulsa el Gobierno nacional.

El martes 28 de octubre, la sede sanjuanina de la Confederación General del Trabajo fue escenario de una jornada inédita por su nivel de participación y por el debate que propuso. Más de doscientas trabajadoras y representantes de treinta organizaciones sindicales se dieron cita para exigir una representación real de las mujeres en los espacios de conducción de la central obrera.

El encuentro —organizado por la Secretaría de Género de la CGT provincial, encabezada por Mirna Moral (SEC), y con el acompañamiento de distintas secretarias generales— recibió la visita de tres referentes nacionales: Maya Volcovinsky (Judiciales Nacionales), Paula Martínez (UOCRA) y Marina Jaureguiberry, secretaria general del SADOP a nivel nacional. Las dirigentes recorren distintas provincias para fortalecer redes sindicales femeninas y respaldar la propuesta de incorporar una mujer al triunvirato que conducirá la CGT tras las elecciones del próximo 5 de noviembre.

“Somos muchas las mujeres que integramos comisiones directivas, delegaciones y espacios de base, pero aún somos pocas las que llegamos a cargos de máxima conducción”, señaló Ana Carrizo, una de las anfitrionas del encuentro y referente provincial del Sindicato Argentino de Docentes Privados. “Queremos tener nuestras representantes en ese triunvirato, porque no se puede seguir postergando la participación femenina en los lugares donde se definen las políticas sindicales”, subrayó.

Carrizo destacó el éxito de la convocatoria, lograda en apenas una semana de organización. “Nos excedió en las expectativas. No sólo por la cantidad de mujeres, sino por la diversidad de gremios presentes. Eso muestra que hay una necesidad colectiva de ser escuchadas y reconocidas”, explicó.

La sindicalista enfatizó que el reclamo no se limita a una cuestión simbólica o de cupo, sino que apunta a la ampliación real de la representatividad del movimiento obrero. “Cuando las mujeres participan, se fortalece el sindicalismo. No es una disputa de géneros, es una forma de sumar miradas, energías y legitimidad a la lucha colectiva”, remarcó.

Reforma laboral y perspectiva de género

Durante el encuentro también se abordaron los alcances de la reforma laboral que promueve el Gobierno nacional, particularmente en lo referido a la ampliación de la jornada de trabajo y la flexibilización de derechos. Carrizo advirtió que esas modificaciones impactarían de manera directa y desproporcionada sobre las mujeres.

“Si se piensa en una jornada laboral más extensa, las más perjudicadas vamos a ser las mujeres”, sostuvo. “Nosotras ya enfrentamos una doble carga: la laboral y la doméstica. Después del trabajo sindical o profesional, seguimos cuidando hijos, padres, personas enfermas o mayores. Por eso muchas veces terminamos aceptando empleos más flexibles, peores pagos y más precarios. Si se amplía la carga horaria, la desigualdad se profundiza”, explicó.

La dirigente consideró que el sindicalismo tiene el desafío de articular la defensa de los derechos laborales con la agenda de igualdad. “Este no es un reclamo aislado. Es la expresión de una generación de trabajadoras que ya está protagonizando los espacios sindicales y que no va a retroceder”, expresó.

A pocos días de las elecciones internas de la CGT, el movimiento obrero transita un momento clave: el desafío de ampliar su base de representación sin perder cohesión ni fuerza política. En ese marco, el reclamo de las mujeres sindicalistas deja de ser un pedido sectorial para convertirse en un imperativo de modernización del sindicalismo argentino.

Como resumió Ana Carrizo, “no se trata sólo de ocupar lugares, sino de fortalecer al conjunto del movimiento obrero desde la diversidad y la unidad”.

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A partir de este sábado vuelve a subir la nafta

El Gobierno nacional dispuso un nuevo aumento en los impuestos a los combustibles líquidos y al dióxido de carbono que impactará de lleno en los precios de la nafta y el gasoil a partir de este sábado 1° de noviembre. La medida, publicada en el Boletín Oficial a través del Decreto 782/2025, fue firmada por el presidente Javier Milei y los ministros Guillermo Francos y Luis Caputo, y reconfigura el cronograma de incrementos pendientes para noviembre y diciembre.

En medio del congelamiento de precios que mantiene buena parte de la economía y en un contexto de caída sostenida en el consumo de combustibles, el Ejecutivo nacional avanzó con una nueva actualización de los tributos que gravan a la nafta y al gasoil. Según el decreto oficial, durante noviembre se aplicará una suba parcial en los impuestos a los combustibles líquidos (ICL) y al dióxido de carbono (IDC), mientras que el resto del aumento se trasladará al 1° de diciembre, completando así el esquema previsto en etapas.

Concretamente, la normativa establece que la nafta subirá $15,56 por litro por el impuesto a los combustibles y $0,95 por el tributo ambiental. En tanto, el gasoil aumentará $12,64 por litro, más un adicional de $6,84 para las zonas con tratamiento diferencial —como la Patagonia— y $1,44 por el gravamen al carbono. Estos nuevos montos se sumarán de manera directa al precio final en surtidor, independientemente de los ajustes que luego puedan aplicar las petroleras.

El impacto se sentirá de inmediato, ya que el incremento impositivo tiene traslado automático a los precios minoristas. Así, a partir del 1° de noviembre los automovilistas volverán a encontrar nuevos valores en las estaciones de servicio, en un escenario donde la inflación se mantiene en niveles elevados y el poder adquisitivo continúa deteriorándose.

El decreto justifica la medida en la necesidad de “actualizar progresivamente los montos de los impuestos postergados” y cumplir con la normativa vigente que obliga a su ajuste trimestral. No obstante, el Gobierno mantiene un delicado equilibrio entre la búsqueda de recomponer ingresos fiscales y la presión sobre la economía real, que atraviesa un estancamiento visible en múltiples sectores.

La caída del consumo, un termómetro de la recesión

El retroceso en la venta de combustibles es uno de los indicadores más claros del enfriamiento de la economía. De acuerdo con un informe de la consultora Politikon, las ventas al público de naftas y gasoil totalizaron 1.376.837 metros cúbicos en septiembre de 2025. Si bien mostraron un leve avance interanual de 4,8%, cayeron 3,1% respecto de agosto, acumulando tres meses consecutivos en baja.

El 57% del volumen vendido correspondió a naftas y el 43% a gasoil. Dentro del segmento de las naftas, la premium fue la que más creció —16,2% interanual—, mientras que la súper subió 4,1%. En el caso del gasoil, el premium mostró una mejora de 12,6%, pero el común retrocedió 4%. Esta tendencia evidencia un cambio en los patrones de consumo, donde los sectores de mayores ingresos mantienen la demanda, mientras que la clase media y trabajadora reduce el gasto o limita el uso del vehículo.

Impacto fiscal y social de la medida

Desde el punto de vista fiscal, la actualización de los impuestos a los combustibles representa una fuente de recaudación significativa para el Estado, que busca reducir el déficit primario. Sin embargo, el efecto social del aumento es inmediato y regresivo: no solo encarece el transporte y los costos logísticos, sino que también termina repercutiendo sobre los precios de bienes esenciales, en un contexto donde los salarios y jubilaciones continúan rezagados.

El nuevo incremento se da, además, en un momento en que el Gobierno intenta mostrar señales de disciplina fiscal ante los mercados, pero sin revertir aún los indicadores de actividad y consumo que confirman la recesión técnica. En los hechos, el ajuste de impuestos al combustible termina actuando como un aumento indirecto de tarifas y precios regulados, con un fuerte impacto en la vida cotidiana.

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La inflación golpea al consumo y empuja a millones de hogares a endeudarse para comer

Un informe de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA revela que casi la mitad de los argentinos recurre al crédito para adquirir alimentos y artículos esenciales. El estudio advierte una contracción generalizada del consumo, una creciente dependencia del financiamiento y un salto del 147% en la morosidad desde el inicio del gobierno de Javier Milei.

En un marco signado por la pérdida sostenida del poder adquisitivo, el consumo cotidiano de los hogares argentinos se financia, cada vez más, a través del crédito. Según un reciente estudio del Centro RA (Estudios para la Recuperación Argentina), dependiente de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, el 45% de las compras en supermercados se realiza hoy con tarjetas de crédito, frente al 39% registrado en diciembre del año pasado.

El cambio en los hábitos de pago refleja con crudeza la magnitud de la crisis de ingresos: los hogares no solo consumen menos, sino que deben endeudarse para mantener niveles básicos de alimentación y consumo. Mientras tanto, el uso de tarjetas de débito cayó del 34% al 26%, el efectivo del 20% al 16%, y las billeteras virtuales —una alternativa de menor costo financiero— duplicaron su participación, pasando del 7% al 13%.

El fenómeno no ocurre en un vacío. El informe advierte que el deterioro de los ingresos y la suba de precios han impactado en todos los rubros del consumo masivo. Las ventas de los autoservicios mayoristas cayeron un 8,4% interanual en agosto, con una leve mejora mensual de apenas 1%. En los supermercados, el consumo creció 0,34% frente al mismo mes del año anterior, pero registró una baja intermensual del 0,23%, confirmando la tendencia de estancamiento.

Desde el inicio de la gestión de La Libertad Avanza, las ventas mayoristas acumulan una contracción del 35%, mientras que el retroceso en supermercados ronda el 9%. En términos agregados, la UBA subraya que la retracción del consumo se profundiza particularmente entre los revendedores, un sector que suele anticipar los movimientos del mercado minorista.

El documento señala además que una proporción creciente de las familias destina sus ingresos al pago de servicios y deudas, postergando el consumo corriente. En muchos casos, los salarios apenas logran empatar la inflación, lo que empuja a los hogares a “rotar” su endeudamiento para mantener el consumo esencial.

En palabras del informe: “Una proporción creciente de los hogares estaría recurriendo al endeudamiento para afrontar consumos básicos mensuales —como alimentos, productos de higiene y artículos de primera necesidad—, lo que evidencia la rotación de una mayor parte de los ingresos al pago de servicios”.

Pero quizás el dato más alarmante es el del incremento de la morosidad en el crédito al consumo, que se disparó un 147% desde el inicio de la actual gestión presidencial, pasando del 2,5% al 6,2% del total en julio de 2025. El salto refleja el agotamiento financiero de los hogares: “No solo crece el uso del crédito para financiar el consumo, sino también las dificultades de las familias para afrontar los pagos correspondientes”, advierten los economistas de la UBA.

La fotografía económica que ofrece el estudio de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA resume una paradoja inquietante: en una economía donde el consumo se contrae, el endeudamiento crece. El crédito, que en contextos de estabilidad funciona como una herramienta de planificación o acceso a bienes durables, se ha convertido en un recurso de emergencia para llenar la heladera.

El aumento de la morosidad y la caída sostenida del consumo son, en conjunto, el espejo de una crisis de ingresos que se profundiza mes a mes, mientras el margen de maniobra de las familias se achica peligrosamente. En la práctica, los argentinos están financiando su subsistencia a tasas de interés.

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