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La Unión de Empleados Judiciales de la Nación (UEJN) llevará a cabo un nuevo paro nacional el próximo miércoles 24 de mayo, en reclamo con la decisión de la Jefatura de Gabinete de rechazar el cambio de partidas pedido por la Corte Suprema para recomponer el salario de los trabajadores.

El gremio volvió a expresar la “profunda preocupación y descontento” respecto a esta situación, tras calificar a la decisión del Gobierno nacional como una “respuesta sin precedentes” y que demuestra “la intención por avasallar la independencia del Poder Judicial”, ya que el ejecutivo sugirió que se utilicen ahorros acumulados en el “fondo anticíclico” de la Corte Suprema.

Según la organización sindical que preside Julio Piumato, hay una “falta de comprensión de las necesidades y demandas legítimas de los trabajadores de la Justicia”, por lo que exigirán enérgicamente “que se destinen los recursos necesarios para otorgar una recomposición salarial justa y digna”.

“Instamos al Gobierno Nacional a reconsiderar su postura y a priorizar las necesidades de los trabajadores de la Justicia y a la CSJN a resistir la posición y garantizar el cumplimiento del acuerdo salarial alcanzado”, agregaron. “Los/as trabajadores de la Justicia no debemos ser víctimas de estas disputas políticas, sino que merecemos respeto y condiciones laborales adecuadas”, completaron desde la UEJN.

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Golpe al bolsillo de los argentinos: La Carne subió 10% y las consultoras alertan

Las principales consultoras privadas detectaron una aceleración de precios en octubre, con un índice que rondaría el 2,5%, un 16% más que en septiembre. El aumento del precio de la carne y la devaluación del peso marcan la tendencia. Aunque el Gobierno busca mostrar una inflación “contenida”, los analistas advierten que el fenómeno está lejos de ser erradicado.

La inflación parece haber recuperado pulso en octubre. Según estimaciones de las principales consultoras privadas, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) del mes se ubicaría cerca del 2,5%, lo que implica un incremento del 16% respecto de septiembre. Detrás de ese repunte asoman factores conocidos: la suba de alimentos, el reacomodamiento del tipo de cambio y el efecto arrastre de las tarifas y los servicios.

El dato se alinea con las previsiones del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que realiza el Banco Central (BCRA), donde los economistas corrigieron al alza sus proyecciones. El sondeo marcó que el IPC esperado para octubre se elevó a 2,2% mensual, mientras que la inflación proyectada para todo 2025 se mantiene en 29,6% anual.
Entre los diez principales analistas, el promedio trepó a 29,9%, apenas 0,2 puntos más que el mes anterior, pero suficiente para reflejar un cambio de tendencia: el freno perdió fuerza.

“El ancla es el dólar, y el dólar se mueve”, sintetiza un economista de una consultora porteña. Desde abril, el peso se devaluó casi 20%, y ese desliz cambiario se trasladó con rapidez al resto de los precios. En una economía tan indexada como la argentina, cada movimiento del tipo de cambio reacomoda la estructura de costos. El impacto más visible, otra vez, está en los alimentos.

De acuerdo con la firma LCG, “en las últimas cuatro semanas la inflación promedio se aceleró a 3,3% mensual y la punta a punta llegó al 3,6%”, con subas marcadas en lácteos, frutas, verduras y carnes.

En efecto, el precio del novillo y del novillito mostró un fuerte salto en los últimos días de octubre y los primeros de noviembre. Si se mantiene la tendencia, el mes cerrará con un aumento de entre 8,5% y 10% en los cortes bovinos respecto al mes anterior.

Las diferencias regionales también ganan peso. “La Canasta Analytica”, un relevamiento de productos representativos del consumo de la clase media, registró incrementos más fuertes en las provincias patagónicas: Tierra del Fuego (5,3%), Chubut (4,3%), Río Negro (3,8%), Neuquén (3,7%) y Santa Cruz (3,7%). En cambio, los menores aumentos se verificaron en Jujuy (1,7%), Formosa (1,4%) y Misiones (1,1%).

En este sentido, la apertura de importaciones empieza a perder poder como herramienta de contención. En septiembre, los productos importados subieron 9%, el doble de las mayores alzas del año, según datos del Indec. Es una señal de que la estrategia de “disciplinar precios” con bienes externos empieza a mostrar límites.

El capítulo de los servicios públicos agrega una presión diferida. Aunque las tarifas acumulan aumentos que multiplican por diez la inflación general, los especialistas coinciden en que todavía están atrasadas. Un informe elaborado por una consultora a pedido de una empresa del sector estima que transporte, agua y energía se mantienen 35% por debajo de su valor pleno de mercado. Ese desfasaje anticipa nuevos ajustes en los meses por venir.

El panorama inflacionario sigue mostrando una estabilidad precaria. La combinación de dólar en alza, alimentos sensibles y tarifas con margen de actualización configura un escenario de riesgo para los próximos meses.
Como resume un analista financiero, “la inflación está dormida, pero con un ojo abierto. El día que el dólar se despierte, no habrá ancla que la frene”.

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El regreso de los ‘90: el Gobierno analiza reimplantar los tickets canasta

El proyecto de reforma laboral que el Ejecutivo nacional prepara para enviar al Congreso reaviva viejos fantasmas: la posibilidad de pagar parte del salario con tickets canasta y el reemplazo de planes sociales por “vouchers laborales” en empresas privadas. La iniciativa, presentada como una medida para fomentar el empleo y reducir costos, genera rechazo en sindicatos y especialistas, que advierten sobre un retorno a la precarización de los años noventa.

Un proyecto que revive viejos mecanismos de flexibilización

El Gobierno de Javier Milei avanza en la redacción de una nueva reforma laboral que, según trascendió, incluiría la reintroducción de los denominados tickets canasta, una herramienta emblemática de la flexibilización laboral de los años 90. La propuesta se enmarca en un plan más amplio que busca desregular convenios colectivos, ampliar la jornada laboral y redefinir la relación entre empresas y trabajadores.

Los tickets canasta —también conocidos como Luncheon Tickets— permitían a las empresas pagar una parte del salario con vales de consumo, usualmente destinados a la compra de alimentos o comidas. Aquellos montos, al no ser considerados remunerativos, quedaban excluidos del cálculo de aportes jubilatorios, aguinaldos y cargas sociales. En otras palabras, implicaban una reducción directa en el costo laboral para las empresas y una merma indirecta para los trabajadores.

Antecedentes y marco legal

El sistema, implementado a fines de los años 80 en medio de la crisis inflacionaria, llegó a representar hasta un 20 % de los ingresos de más de 1,5 millón de trabajadores y movilizaba cerca de 4.000 millones de pesos anuales. En 2007, la Ley 26.341 derogó definitivamente este régimen, integrando esos montos al salario remunerativo. Dos años más tarde, la Corte Suprema, en el fallo Pérez Aníbal c/ Disco, ratificó su carácter salarial al considerar que los vales constituían una contraprestación laboral y no una asistencia social.

Hoy, desde la Unión Industrial Argentina (UIA) se promueve ampliar el alcance del artículo 103 bis de la Ley de Contrato de Trabajo —que regula los llamados “beneficios sociales”— para incluir nuevamente este tipo de compensaciones. El objetivo declarado sería “estimular el consumo y aliviar la presión impositiva sobre las empresas”, aunque especialistas laboralistas advierten que cualquier intento de reinstalar los tickets canasta colisionaría con los antecedentes judiciales firmes que los definieron como parte del salario.

Vouchers laborales: el otro eje de la reforma

Al mismo tiempo, el Ministerio de Capital Humano, encabezado por Sandra Pettovello, avanza en un programa de “vouchers laborales” destinado a reemplazar progresivamente los planes sociales por capacitaciones en empresas privadas. Firmas como McDonald’s o Sinteplast participarían ofreciendo entrenamientos para beneficiarios de programas sociales, bajo el argumento de “acercarlos al mercado de trabajo formal”.

El esquema prevé que las empresas reciban beneficios fiscales a cambio de proveer formación laboral, aunque diversas organizaciones sociales lo califican como una forma de trabajo gratuito encubierto. “El Estado traslada su función social al sector privado, y lo hace premiando a las compañías con incentivos impositivos”, denunció una fuente del sector, que advirtió además que las iniciativas no garantizan empleo real ni estabilidad para los participantes.

Reacciones y rigideces

Desde el movimiento sindical la reacción fue inmediata. “Esto es volver a los noventa. Los tickets y los vouchers no son otra cosa que precarización encubierta”, afirmó un dirigente de la CTA, mientras que desde la CGT señalaron que “las reformas no pueden construirse sobre la pérdida de derechos adquiridos”.

Para el Gobierno, en cambio, la apuesta combina “modernización laboral” con “flexibilidad en la gestión de los recursos humanos”. Voceros del oficialismo sostienen que la medida busca “reducir la informalidad y dinamizar la creación de empleo”, en un contexto donde más del 45 % de los trabajadores se desempeña fuera del mercado formal.

Un debate que vuelve con otro nombre

Más allá de los matices, la propuesta oficial revive una discusión estructural: cómo equilibrar competitividad y derechos laborales en un país con alta inflación, presión tributaria y caída del empleo formal. Los antecedentes, sin embargo, son elocuentes. Cuando los tickets canasta formaron parte del salario, el beneficio empresarial fue inmediato, pero el costo social se tradujo en sueldos desvalorizados y aportes jubilatorios reducidos.

La eventual reimplantación de los tickets canasta y la introducción de vouchers laborales marcan un giro profundo en la política laboral del Gobierno. Mientras el oficialismo los presenta como herramientas de eficiencia y dinamismo, para amplios sectores del sindicalismo y el derecho laboral constituyen un retroceso en materia de derechos y una reedición, bajo nuevos nombres, de los mecanismos de flexibilización que caracterizaron la década del 90.

El debate legislativo que se avecina pondrá nuevamente sobre la mesa una pregunta central: ¿puede la Argentina modernizar su mercado de trabajo sin resignar la base misma de la protección laboral?

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Unidad sindical frente a la reforma: los gremios endurecen su postura y advierten sobre retrocesos en derechos

En un clima político cargado de tensión, la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) anticipan un frente de resistencia ante el intento del Gobierno de avanzar con una reforma laboral que califican de regresiva. Las centrales sindicales afirman que no permitirán un retroceso en las conquistas del movimiento obrero y advierten que “la pelea se dará en todos los frentes”.

La relación entre el Gobierno y el movimiento sindical ingresó en una etapa de confrontación abierta. La CGT y ATE, las dos principales organizaciones gremiales del país, endurecieron su discurso frente a la inminente presentación de una reforma laboral que —según sostienen— amenaza con desarticular derechos históricos de los trabajadores.

El cosecretario general de la CGT, Octavio Argüello, fue categórico: “Estamos dispuestos a defender los derechos laborales en todos los frentes. Lo que llaman modernización no es más que flexibilización disfrazada”. En declaraciones radiales, el dirigente señaló que detrás del proyecto oficial se esconde “una agenda impuesta por la embajada de Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional”, orientada —según su lectura— a “precarizar el empleo y debilitar la organización sindical”.

Argüello rechazó además el argumento oficial que atribuye las dificultades de las pymes al costo laboral. “Lo que mata a las pequeñas empresas no son las indemnizaciones, sino la presión impositiva y la falta de políticas de desarrollo. Un trabajador con diez años de antigüedad no quiebra a nadie; lo que destruye el empleo son las políticas económicas”, subrayó.

En ese marco, la CGT busca mantener abierta la vía del diálogo institucional, pero con límites claros. La conducción adelantó que si el Gobierno insiste con su plan de reformas sin consenso, recurrirá “al frente judicial, legislativo y, si es necesario, también al de la movilización”. El mensaje fue inequívoco: la central no descarta una estrategia de presión combinada que involucre a todos sus gremios confederados.

Paralelamente, ATE convocó a un plenario federal de delegados para este martes 11 de noviembre en Buenos Aires, donde definirá una medida de fuerza nacional. El encuentro buscará establecer una hoja de ruta común para enfrentar la reforma y exigir la reapertura inmediata de las paritarias. “Esperar hasta el 10 de diciembre sería suicida. Si no reaccionamos en las calles, nos aplastan”, advirtió el secretario general, Rodolfo Aguiar.

El dirigente estatal acusó al Gobierno de “mentirle a la sociedad al decir que quitando derechos se va a crear empleo”. A su juicio, “no hay evidencia de que eliminar indemnizaciones o extender jornadas laborales a doce horas genere productividad; eso solo conduce a un país más desigual y con trabajadores desprotegidos”.

Según trascendió, el borrador de la reforma que se enviaría al Congreso tras la asunción de los nuevos legisladores incluiría cambios profundos: extensión de la jornada laboral, pago de indemnizaciones en cuotas, negociaciones por empresa en lugar de por actividad y aumentos atados a la productividad. Para los gremios, se trata de un rediseño estructural del modelo laboral argentino.

Aguiar fue más allá al advertir sobre un deterioro social que ya golpea a los asalariados: “Hay miles de trabajadores que caen todos los meses bajo la línea de la pobreza. El aval electoral del Gobierno no lo habilita a hacer cualquier cosa ni a actuar al margen de la Constitución”.

El plenario de ATE también debatirá la última oferta paritaria de la Secretaría de Trabajo, considerada insuficiente por la conducción. El sindicato rechazó una propuesta de incrementos mensuales entre el 1,1% y el 1,3%, muy por debajo de la inflación registrada por el INDEC. En contraste, UPCN aceptó el acuerdo, lo que reaviva las diferencias internas en el frente estatal.

Mientras tanto, la CGT procura preservar su unidad y consolidar su peso político como interlocutor central del mundo del trabajo. Argüello reivindicó la identidad peronista del movimiento obrero, aunque aclaró que “la CGT representa a todos los trabajadores, más allá de su pensamiento político”. Esa amplitud, remarcó, será clave para sostener la cohesión en tiempos de ofensiva neoliberal.

Con discursos firmes y estrategias que comienzan a coordinarse, la CGT y ATE trazan una línea de resistencia común ante lo que consideran un intento de desmantelar derechos laborales conquistados durante décadas. En medio de un contexto económico frágil y una agenda gubernamental que promete reformas profundas, el sindicalismo argentino vuelve a asumir un rol protagónico.

Su desafío no solo será frenar la reforma laboral, sino también reconstruir una narrativa capaz de defender el trabajo como eje de dignidad y equilibrio social en un país que aún busca su rumbo.

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