Anunciaron una suba salarial para el personal militar
Será a partir de febrero. Cómo quedarán los haberes en las distintas escalas.
El gobierno nacional anunció aumento salarial para el personal de las Fuerzas Armadas a partir de febrero. La resolución fue publicada hoy en el Boletín Oficial, y es una medida conjunta entre los ministerios de Defensa y Economía.
“Resulta necesario fijar una escala de haberes para el personal del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea que reconozca una adecuada jerarquización en relación con la capacidad, responsabilidad y dedicación que demanda la correcta ejecución de su actividad”, se detalló en el comunicado.
En este sentido, los trabajadores del personal militar recibirán incrementos en todas las escalas. Los beneficiarios de los sueldos más altos serán teniente general, almirante y brigadier general, con sumas de $90.3127. En tanto, general de División, vicealmirante y brigadier mayor alcanzan los $80.543, mientras que general de Brigada, contraalmirante y brigadier recibirán $72.571; y coronel, capitán de navío y comodoro $63.364.
La escala de teniente coronel, capitán de fragata y vicecomodoro son los siguientes en la escala, con sueldos que alcanzarán los $54.611. Mayor, capitán de corbeta y mayor, en tanto recibirán $43.655, mientras que capitán, teniente de navío y capitán $36.464. Apenas por debajo aparecen teniente primero, teniente de fragata y primer teniente con $32.433, luego teniente de corbeta y teniente $29.239 y subteniente, guardiamarina, y alférez $26.481.
En otra escala, el personal subalterno, conformado por suboficial mayor alcanzará los $44.852, seguido por suboficial principal con $39.707, sargento ayudante, suboficial primero y suboficial ayudante $35.201. Luego sargento primero, suboficial segundo, y suboficial auxiliar $30.963; seguido de sargento y cabo principal $27.798; cabo primero $24.947; cabo segundo y cabo: $23.090; voluntario 1ra y marinero 1ra $21.033; voluntario 2da y marinero 2da $19.647.
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Tras el aumento del 61%, el Gobierno abre sumarios a trabajadores del Garrahan y tensa el clima interno
Luego de meses de reclamos y de haber conseguido un aumento del 61%, los trabajadores del Hospital Garrahan denunciaron que el Gobierno inició sumarios disciplinarios contra los referentes del conflicto. Las sanciones alcanzan a Norma Lezana y a otros profesionales de la Asociación de Profesionales y Técnicos (APyT), acusados de “coacción, resistencia a la autoridad y usurpación”. El gremio calificó la medida como “una represalia ridícula e infundada” y convocó a un Cabildo Abierto en defensa del hospital público.
Cuando parecía que el largo conflicto salarial del Hospital Garrahan comenzaba a cerrarse, una nueva decisión oficial volvió a encender las tensiones.
Los trabajadores, nucleados en la Asociación de Profesionales y Técnicos (APyT), denunciaron que el interventor designado por el Ministerio de Salud de la Nación, Mariano Pirozzo, inició sumarios disciplinarios contra los referentes gremiales que encabezaron las protestas, entre ellos Norma Lezana, histórica dirigente del hospital.
Las notificaciones acusan a los profesionales de “coacción, resistencia a la autoridad y usurpación” por las medidas de fuerza realizadas durante el conflicto que derivó, finalmente, en un aumento salarial del 61%.
Desde la APyT consideraron las sanciones como un acto de persecución política y gremial, destinado a disciplinar a quienes protagonizaron la lucha por recomponer los sueldos y defender las condiciones laborales.
“Nos acusan casi de terroristas por reclamar ser recibidos por la dirección del hospital”, señaló Lezana, al calificar los sumarios como “ridículos, infundados e insólitos”.
La dirigente sostuvo que los trabajadores responderán “en todos los terrenos: administrativo, judicial y apelando a la solidaridad social que permitió visibilizar nuestro reclamo durante todo este tiempo”.
El foco de las críticas apunta directamente a Pirozzo, designado por el ministro de Salud, Mario Lugones, a quien el gremio señala como un funcionario sin trayectoria en el ámbito de la pediatría pública. “Este personaje, formado en la Universidad Maimónides y entrenado en el Hospital Militar Cosme Argerich, jamás recibió a los representantes gremiales durante los meses de conflicto”, remarcaron desde la asociación.
Lezana fue aún más contundente: “De Lugones y Pirozzo esperamos cualquier cosa. Haber tenido que reconocer, después de negarlo durante casi un año, que nuestros reclamos eran válidos, ahora se complementa con esta represalia increíble. Si creen que nos van a intimidar, demuestran que no entendieron nada”.
La dirigente recordó que el conflicto por recomposición salarial y condiciones laborales provocó más de 300 renuncias de profesionales calificados, situación que —dijo— “evidencia el vaciamiento del sistema de salud pública y el desinterés por sostener el hospital de referencia pediátrica más importante del país”.
“Si hubo violencia en este conflicto, fue la del ministro-empresario y del interventor que desconocen la pediatría pública. Nuestra lucha fue por cuidar al hospital, no por dañarlo”, añadió.
Una nueva jornada de protesta
Como respuesta a las sanciones, la APyT convocó a un Cabildo Abierto de Organizaciones y Familiares para este jueves 13 de noviembre a las 16, dentro del predio del hospital.
El encuentro contará con la participación de organizaciones de la salud, del movimiento por la discapacidad, de la universidad pública, jubilados, colectivos feministas, organismos de derechos humanos y sindicatos solidarios.
Durante la actividad se debatirán los pasos a seguir frente a los sumarios y se analizarán acciones conjuntas contra las políticas de ajuste del Gobierno nacional, incluyendo los proyectos de reforma laboral y previsional que preocupan a los gremios.
“El ataque contra los voceros del movimiento en defensa del Garrahan busca allanar el terreno para nuevos embates. Pero no nos van a callar”, concluyó Lezana.
El conflicto del Garrahan, lejos de cerrarse con el acuerdo salarial, entra ahora en una nueva fase marcada por la confrontación política y gremial.
Las sanciones a los trabajadores abren un frente sensible dentro del sistema de salud pública, donde la tirantez entre las autoridades y el personal sanitario se reaviva bajo un clima de desconfianza y malestar.
El hospital insignia de la pediatría argentina, símbolo de atención pública de excelencia, vuelve a quedar en el centro de la escena. Y con él, una pregunta de fondo:
¿puede sostenerse un sistema sanitario de calidad cuando quienes lo sostienen son perseguidos por defenderlo?
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El regreso de los ‘90: el Gobierno analiza reimplantar los tickets canasta
El proyecto de reforma laboral que el Ejecutivo nacional prepara para enviar al Congreso reaviva viejos fantasmas: la posibilidad de pagar parte del salario con tickets canasta y el reemplazo de planes sociales por “vouchers laborales” en empresas privadas. La iniciativa, presentada como una medida para fomentar el empleo y reducir costos, genera rechazo en sindicatos y especialistas, que advierten sobre un retorno a la precarización de los años noventa.
Un proyecto que revive viejos mecanismos de flexibilización
El Gobierno de Javier Milei avanza en la redacción de una nueva reforma laboral que, según trascendió, incluiría la reintroducción de los denominados tickets canasta, una herramienta emblemática de la flexibilización laboral de los años 90. La propuesta se enmarca en un plan más amplio que busca desregular convenios colectivos, ampliar la jornada laboral y redefinir la relación entre empresas y trabajadores.
Los tickets canasta —también conocidos como Luncheon Tickets— permitían a las empresas pagar una parte del salario con vales de consumo, usualmente destinados a la compra de alimentos o comidas. Aquellos montos, al no ser considerados remunerativos, quedaban excluidos del cálculo de aportes jubilatorios, aguinaldos y cargas sociales. En otras palabras, implicaban una reducción directa en el costo laboral para las empresas y una merma indirecta para los trabajadores.
Antecedentes y marco legal
El sistema, implementado a fines de los años 80 en medio de la crisis inflacionaria, llegó a representar hasta un 20 % de los ingresos de más de 1,5 millón de trabajadores y movilizaba cerca de 4.000 millones de pesos anuales. En 2007, la Ley 26.341 derogó definitivamente este régimen, integrando esos montos al salario remunerativo. Dos años más tarde, la Corte Suprema, en el fallo Pérez Aníbal c/ Disco, ratificó su carácter salarial al considerar que los vales constituían una contraprestación laboral y no una asistencia social.
Hoy, desde la Unión Industrial Argentina (UIA) se promueve ampliar el alcance del artículo 103 bis de la Ley de Contrato de Trabajo —que regula los llamados “beneficios sociales”— para incluir nuevamente este tipo de compensaciones. El objetivo declarado sería “estimular el consumo y aliviar la presión impositiva sobre las empresas”, aunque especialistas laboralistas advierten que cualquier intento de reinstalar los tickets canasta colisionaría con los antecedentes judiciales firmes que los definieron como parte del salario.
Vouchers laborales: el otro eje de la reforma
Al mismo tiempo, el Ministerio de Capital Humano, encabezado por Sandra Pettovello, avanza en un programa de “vouchers laborales” destinado a reemplazar progresivamente los planes sociales por capacitaciones en empresas privadas. Firmas como McDonald’s o Sinteplast participarían ofreciendo entrenamientos para beneficiarios de programas sociales, bajo el argumento de “acercarlos al mercado de trabajo formal”.
El esquema prevé que las empresas reciban beneficios fiscales a cambio de proveer formación laboral, aunque diversas organizaciones sociales lo califican como una forma de trabajo gratuito encubierto. “El Estado traslada su función social al sector privado, y lo hace premiando a las compañías con incentivos impositivos”, denunció una fuente del sector, que advirtió además que las iniciativas no garantizan empleo real ni estabilidad para los participantes.
Reacciones y rigideces
Desde el movimiento sindical la reacción fue inmediata. “Esto es volver a los noventa. Los tickets y los vouchers no son otra cosa que precarización encubierta”, afirmó un dirigente de la CTA, mientras que desde la CGT señalaron que “las reformas no pueden construirse sobre la pérdida de derechos adquiridos”.
Para el Gobierno, en cambio, la apuesta combina “modernización laboral” con “flexibilidad en la gestión de los recursos humanos”. Voceros del oficialismo sostienen que la medida busca “reducir la informalidad y dinamizar la creación de empleo”, en un contexto donde más del 45 % de los trabajadores se desempeña fuera del mercado formal.
Un debate que vuelve con otro nombre
Más allá de los matices, la propuesta oficial revive una discusión estructural: cómo equilibrar competitividad y derechos laborales en un país con alta inflación, presión tributaria y caída del empleo formal. Los antecedentes, sin embargo, son elocuentes. Cuando los tickets canasta formaron parte del salario, el beneficio empresarial fue inmediato, pero el costo social se tradujo en sueldos desvalorizados y aportes jubilatorios reducidos.
La eventual reimplantación de los tickets canasta y la introducción de vouchers laborales marcan un giro profundo en la política laboral del Gobierno. Mientras el oficialismo los presenta como herramientas de eficiencia y dinamismo, para amplios sectores del sindicalismo y el derecho laboral constituyen un retroceso en materia de derechos y una reedición, bajo nuevos nombres, de los mecanismos de flexibilización que caracterizaron la década del 90.
El debate legislativo que se avecina pondrá nuevamente sobre la mesa una pregunta central: ¿puede la Argentina modernizar su mercado de trabajo sin resignar la base misma de la protección laboral?
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Unidad sindical frente a la reforma: los gremios endurecen su postura y advierten sobre retrocesos en derechos
En un clima político cargado de tensión, la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) anticipan un frente de resistencia ante el intento del Gobierno de avanzar con una reforma laboral que califican de regresiva. Las centrales sindicales afirman que no permitirán un retroceso en las conquistas del movimiento obrero y advierten que “la pelea se dará en todos los frentes”.
La relación entre el Gobierno y el movimiento sindical ingresó en una etapa de confrontación abierta. La CGT y ATE, las dos principales organizaciones gremiales del país, endurecieron su discurso frente a la inminente presentación de una reforma laboral que —según sostienen— amenaza con desarticular derechos históricos de los trabajadores.
El cosecretario general de la CGT, Octavio Argüello, fue categórico: “Estamos dispuestos a defender los derechos laborales en todos los frentes. Lo que llaman modernización no es más que flexibilización disfrazada”. En declaraciones radiales, el dirigente señaló que detrás del proyecto oficial se esconde “una agenda impuesta por la embajada de Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional”, orientada —según su lectura— a “precarizar el empleo y debilitar la organización sindical”.
Argüello rechazó además el argumento oficial que atribuye las dificultades de las pymes al costo laboral. “Lo que mata a las pequeñas empresas no son las indemnizaciones, sino la presión impositiva y la falta de políticas de desarrollo. Un trabajador con diez años de antigüedad no quiebra a nadie; lo que destruye el empleo son las políticas económicas”, subrayó.
En ese marco, la CGT busca mantener abierta la vía del diálogo institucional, pero con límites claros. La conducción adelantó que si el Gobierno insiste con su plan de reformas sin consenso, recurrirá “al frente judicial, legislativo y, si es necesario, también al de la movilización”. El mensaje fue inequívoco: la central no descarta una estrategia de presión combinada que involucre a todos sus gremios confederados.
Paralelamente, ATE convocó a un plenario federal de delegados para este martes 11 de noviembre en Buenos Aires, donde definirá una medida de fuerza nacional. El encuentro buscará establecer una hoja de ruta común para enfrentar la reforma y exigir la reapertura inmediata de las paritarias. “Esperar hasta el 10 de diciembre sería suicida. Si no reaccionamos en las calles, nos aplastan”, advirtió el secretario general, Rodolfo Aguiar.
El dirigente estatal acusó al Gobierno de “mentirle a la sociedad al decir que quitando derechos se va a crear empleo”. A su juicio, “no hay evidencia de que eliminar indemnizaciones o extender jornadas laborales a doce horas genere productividad; eso solo conduce a un país más desigual y con trabajadores desprotegidos”.
Según trascendió, el borrador de la reforma que se enviaría al Congreso tras la asunción de los nuevos legisladores incluiría cambios profundos: extensión de la jornada laboral, pago de indemnizaciones en cuotas, negociaciones por empresa en lugar de por actividad y aumentos atados a la productividad. Para los gremios, se trata de un rediseño estructural del modelo laboral argentino.
Aguiar fue más allá al advertir sobre un deterioro social que ya golpea a los asalariados: “Hay miles de trabajadores que caen todos los meses bajo la línea de la pobreza. El aval electoral del Gobierno no lo habilita a hacer cualquier cosa ni a actuar al margen de la Constitución”.
El plenario de ATE también debatirá la última oferta paritaria de la Secretaría de Trabajo, considerada insuficiente por la conducción. El sindicato rechazó una propuesta de incrementos mensuales entre el 1,1% y el 1,3%, muy por debajo de la inflación registrada por el INDEC. En contraste, UPCN aceptó el acuerdo, lo que reaviva las diferencias internas en el frente estatal.
Mientras tanto, la CGT procura preservar su unidad y consolidar su peso político como interlocutor central del mundo del trabajo. Argüello reivindicó la identidad peronista del movimiento obrero, aunque aclaró que “la CGT representa a todos los trabajadores, más allá de su pensamiento político”. Esa amplitud, remarcó, será clave para sostener la cohesión en tiempos de ofensiva neoliberal.
Con discursos firmes y estrategias que comienzan a coordinarse, la CGT y ATE trazan una línea de resistencia común ante lo que consideran un intento de desmantelar derechos laborales conquistados durante décadas. En medio de un contexto económico frágil y una agenda gubernamental que promete reformas profundas, el sindicalismo argentino vuelve a asumir un rol protagónico.
Su desafío no solo será frenar la reforma laboral, sino también reconstruir una narrativa capaz de defender el trabajo como eje de dignidad y equilibrio social en un país que aún busca su rumbo.
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