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Desde el gremio temen que avancen con despidos.La firma tenía con la UOM un pacto hasta ayer.


El secretario general de la UOM de Mar del Plata,José Luis Rocha, señaló al diario BAE Negocios que «hace un año que la planta viene con suspensiones, hubo retiros voluntarios acá y en la fábrica de San Martín. Tenían un compromiso de no despedir hasta el 30 de junio, no sabremos que pasará después».

La empresa explicó a la UOM que atraviesa serios problemas por la caída en las ventas, por la suba del dólar, por las importaciones y por el alza de todos los servicios públicos.

«A nivel nacional, ya se perdieron 50.000 puestos de trabajo en la industria metalúrgica», explicó el representante gremial. Mientras mantenían la audiencia por Eskabe, se conocía el cierre de Zanella en la misma ciudad.

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El Gobierno reaviva el conflicto con los gremios con un plan para desfinanciarlos

El Gobierno de Javier Milei se dispone a reabrir un frente de conflicto con el sindicalismo, al impulsar un nuevo proyecto para eliminar las cuotas solidarias que sostienen parte del financiamiento de los gremios. La medida, que figura entre las prioridades del ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, cuenta con el respaldo del titular de Economía, Luis Caputo, y forma parte del paquete de reformas laborales que el Ejecutivo pretende debatir en el Congreso antes de fin de año.

La iniciativa no es nueva. Ya había sido incorporada en el DNU 70/2023, que buscó modificar las bases del sistema laboral argentino y fue suspendido parcialmente por la Justicia. Ahora, con un escenario político más favorable tras los comicios legislativos, el oficialismo planea retomar la ofensiva. En el reciente Coloquio de IDEA, Sturzenegger definió las cuotas solidarias como “impuestos privados ilegales” y “peajes” que, según su visión, distorsionan los salarios y encarecen los costos empresariales.

El funcionario incluso puso cifras sobre la mesa: en el convenio de Camioneros, esas contribuciones representan un descuento anual promedio de $845.401 por trabajador y generan ingresos al gremio de más de $200 mil millones. El decreto 149/25 —aún en borrador— propone prohibir esos descuentos automáticos, incluso si están pactados en los convenios, salvo autorización expresa de cada trabajador.

El artículo 9 de la Ley 14.250 ampara la existencia de esas contribuciones, al permitir que los acuerdos colectivos incluyan aportes destinados a las asociaciones que los negocian, aplicables tanto a afiliados como a no afiliados. Su espíritu es claro: los beneficios obtenidos por la negociación sindical —salarios, licencias, condiciones laborales— alcanzan a todo el universo comprendido en el convenio, por lo que se considera razonable que todos contribuyan a sostener la estructura que los consigue.

Para el Gobierno, sin embargo, esta figura consagra una “colectivización compulsiva” que contradice la libertad individual. En el trasfondo, la disputa no se limita a una cuestión económica: implica un choque ideológico entre el modelo libertario de atomización contractual y la lógica colectiva del sindicalismo tradicional.

El trasfondo político: Milei frente a la CGT

La embestida libertaria llega en un momento particularmente sensible. La CGT se encamina a renovar su Consejo Directivo el 5 de noviembre, mientras mantiene la cohesión interna tras meses de fricciones por la reforma laboral. En ese marco, el intento del Ejecutivo por restringir las fuentes de financiamiento sindical es leído como un movimiento para debilitar la capacidad de acción gremial antes del debate parlamentario.

El cotitular de la central obrera, Héctor Daer, advirtió que la CGT no cederá ante medidas que impliquen retrocesos:

“Si es para retroceder, no vamos a negociar. No hay indicios claros del borrador que pretende el Gobierno. Si no alcanza con el Parlamento, ejerceremos la presión política y gremial necesaria, como hicimos con el DNU 70”.

El mensaje fue directo. El sindicalismo ya frenó una parte sustancial del decreto en los tribunales y construyó mayorías legislativas circunstanciales para limitar la Ley Bases. La eliminación de la cuota solidaria, según advierten, no solo afectaría el financiamiento de los gremios, sino también la representación colectiva, ya que muchas organizaciones dependen de esos recursos para sostener servicios de salud, asesoramiento jurídico y beneficios sociales.

La ofensiva oficial expone dos visiones antagónicas sobre el sistema laboral argentino. Por un lado, la mirada libertaria de desregulación absoluta, que busca reducir la intermediación sindical y promover acuerdos individuales. Por otro, la concepción histórica del sindicalismo argentino como pilar de la negociación colectiva, cuya fortaleza reside precisamente en la solidaridad contributiva que garantiza su funcionamiento.

El debate, en el fondo, no es técnico sino político: ¿Quién representa a los trabajadores en un mercado desregulado?. Eliminar la cuota solidaria puede interpretarse como un avance en la libertad individual, pero también como un ataque directo a la estructura institucional que equilibra la relación entre capital y trabajo.

Mientras tanto, la CGT enfrenta un doble desafío: defender su autonomía financiera y demostrar que su representatividad no depende solo de los aportes, sino de la legitimidad frente a los trabajadores. El Gobierno, por su parte, apuesta a erosionar el poder sindical sin perder estabilidad parlamentaria ni generar conflicto social.

La batalla por la cuota solidaria no es una discusión marginal: es la prueba de fuego del modelo laboral que el Gobierno de Javier Milei pretende instaurar. En nombre de la libertad individual, el oficialismo busca desarticular uno de los mecanismos centrales de la estructura gremial argentina.

Para la CGT, el desafío será resistir sin quedar atrapada en una defensa corporativa, y revalidar su papel en una sociedad que reclama representaciones más transparentes y democráticas.
El resultado de esta pulseada marcará si el país avanza hacia un esquema de individualización del trabajo o si logra sostener un sistema colectivo, solidario y equilibrado entre los derechos laborales y las libertades económicas.

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Tercer Encuentro de Mujeres en San juan: “Queremos compañeras en los máximos cargos de conducción”

Durante el 3° Encuentro de Mujeres Trabajadoras realizado en la CGT San Juan, referentes nacionales como Marina Jaureguiberry, Maia Volcovinsky y Paula Martínez reclamaron mayor representación femenina en los espacios de conducción sindical. El pedido llega en vísperas de la renovación de autoridades de la central obrera y expone una deuda estructural del movimiento obrero con la igualdad de género.

El sindicalismo argentino atraviesa una etapa de redefinición interna. A pocos días de que la Confederación General del Trabajo (CGT) elija una nueva conducción, un grupo de dirigentas nacionales levantó la voz para plantear un reclamo que ya no puede ser postergado: la participación efectiva de las mujeres en la estructura de poder del movimiento obrero.

El 3° Encuentro de Mujeres, reunió a decenas de delegadas sindicales de distintos puntos del país. La jornada estuvo encabezada por tres figuras de peso: Marina Jaureguiberry, del Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP); Maia Volcovinsky, de la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación (UEJN); y Paula Martínez, de la UOCRA. Todas coincidieron en un punto: la CGT necesita una conducción que refleje la diversidad del mundo laboral actual, donde las mujeres ya no son minoría, pero siguen sin ocupar los principales puestos de decisión.

“Tenemos muchas secretarias generales en todo el país, pero están invisibilizadas. Queremos compañeras en los máximos cargos de conducción y con poder real para decidir”, sostuvo Jaureguiberry, en una frase que sintetizó la demanda colectiva. El planteo va más allá de la representación simbólica: se trata de acceder al núcleo donde se definen las políticas, las estrategias gremiales y las alianzas de poder.

Durante la jornada se discutieron las brechas laborales y sindicales que persisten a pesar de los avances en la agenda de género. Las oradoras destacaron la necesidad de incorporar una mirada transversal sobre las desigualdades, no solo en la distribución de cargos, sino también en las condiciones de trabajo, los salarios y el reconocimiento de las tareas de cuidado. Recordaron que, durante la pandemia, las mujeres sostuvieron sectores esenciales —salud, educación, asistencia comunitaria— sin recibir un reconocimiento proporcional.

En uno de los pasajes más destacados del encuentro, Paula Martínez, representante de UOCRA Mujeres, abordó la transformación de sectores históricamente masculinizados. “La construcción sigue siendo un espacio dominado por varones, pero las mujeres siempre estuvieron ahí, solo que nadie las veía. Hoy empezamos a ocupar lugares y a organizarnos para cambiar esa cultura desde adentro”, afirmó. Su reflexión marcó un punto clave: la inclusión no se decreta, se conquista en el terreno y se consolida con formación, presencia y persistencia.

Por su parte, Maia Volcovinsky apeló a una idea de sindicalismo renovado: “La participación no se impone desde un estrado; se construye desde la confianza y la horizontalidad. Si queremos debatir el país que viene, necesitamos que las mujeres estén en esa mesa”. Su mirada aportó una lectura política de fondo: sin una reforma cultural dentro del movimiento obrero, no habrá paridad genuina, y las conquistas formales seguirán siendo parciales.

El reclamo no se da en el vacío. Llega en un contexto en el que la CGT se prepara para elegir nuevas autoridades el 5 de noviembre, tras la decisión de los actuales secretarios generales —Héctor Daer, Carlos Acuña y Octavio Argüello— de no buscar la reelección. Ese recambio abre una oportunidad inédita para revisar la composición de la conducción y dar lugar a una dirigencia más representativa del nuevo mapa laboral argentino.

La cuestión de género en el sindicalismo no es solo un tema de justicia interna: es también un desafío estratégico. El rol de las mujeres trabajadoras en la economía, en el sector público y privado, en la industria y los servicios, creció de manera sostenida en las últimas décadas. Sin embargo, las estructuras gremiales continúan respondiendo a una lógica vertical y masculina, heredera de un tiempo donde la representación obrera era casi exclusivamente masculina.

El debate abierto en San Juan excede los límites del sindicalismo: interpela a toda la estructura de poder del país. Las mujeres de la CGT no reclaman un gesto simbólico, sino un cambio cultural que democratice la toma de decisiones y refleje la pluralidad del movimiento obrero.

A medida que la central sindical se encamina hacia una nueva etapa, el reclamo por la igualdad de género deja de ser una demanda sectorial y se convierte en un test de modernidad institucional.

El futuro de la CGT —y del sindicalismo argentino— dependerá, en gran parte, de su capacidad para incorporar esa diversidad sin perder cohesión ni fuerza política.
En definitiva, el desafío no es solo abrir espacios, sino redefinir el poder desde una perspectiva más justa, inclusiva y representativa.

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“No habrá negociación para retroceder”: la CGT cierra filas frente al plan laboral de Milei

La Confederación General del Trabajo (CGT) rompió el silencio y volvió a colocarse en el centro del escenario político al rechazar en bloque la reforma laboral que el Gobierno de Javier Milei pretende debatir antes de fin de año. El mensaje fue categórico: no habrá negociación si el objetivo es retroceder en derechos laborales.

Tras un lunes de cautela, las declaraciones más duras provinieron de Héctor Daer, uno de los secretarios generales salientes, y de Maia Volcovinsky, referente de la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación (UEJN) y posible integrante de la nueva conducción. Ambos coincidieron en que lo que el Ejecutivo llama “reforma” constituye, en realidad, un recorte estructural de derechos bajo el argumento de flexibilizar el mercado de trabajo.

“No va a haber ninguna negociación para ceder derechos”, enfatizó Daer, quien cuestionó con firmeza el proyecto elaborado por el Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado. “Si es para retroceder, no vamos a discutir. Si es para progresar en derechos, sí”, agregó, dejando en claro los límites del diálogo.

El dirigente de Sanidad apuntó particularmente contra la idea de “salario dinámico” esbozada por el secretario de Trabajo, Julio Cordero, quien propuso que las empresas puedan ajustar remuneraciones sin seguir los convenios colectivos ni las paritarias. “Eso es un delirio que no existe en ningún lugar del mundo”, replicó Daer, al advertir que una medida de ese tipo “igualaría hacia abajo las condiciones de todos los trabajadores y rompería el equilibrio del sistema laboral argentino”.

El sindicalista denunció además que, con las normas actuales ya debilitadas, “tener un trabajador formal o informal da lo mismo”, dado que las sanciones por empleo no registrado se eliminaron y los fondos de indemnización se utilizan como mecanismos financieros. Por eso, insistió en que el debate que el país necesita “no es cómo quitar derechos, sino cómo generar empleo formal y desarrollo productivo”.

Un frente sindical en unidad

La posición de Daer encontró respaldo inmediato en otras corrientes internas de la CGT. Incluso Gerardo Martínez, de la UOCRA, quien ya se había expresado antes de las elecciones, reiteró su rechazo al proyecto libertario. Por primera vez en meses, todas las vertientes del sindicalismo coincidieron en una línea común: la defensa cerrada de los derechos laborales básicos.

Con la renovación del Consejo Directivo prevista para la semana próxima, el tema se convirtió en un punto de cohesión interna. El objetivo, según dirigentes de la central, es llegar a ese proceso con una CGT unificada y en posición de confrontar políticamente los cambios que impulsa el Ejecutivo.

El “menú táctico” para resistir

El sindicalismo ya elabora una estrategia múltiple. Daer la definió como un “menú táctico” que incluirá acción política, judicial y gremial. En los hechos, esto implicaría presentaciones ante la Justicia laboral, presión parlamentaria y, si fuera necesario, paros y movilizaciones masivas, replicando el esquema que permitió frenar la reforma incluida en el DNU 70/2023, suspendida por los tribunales y resistida en las calles.

“El Gobierno no busca una modernización sino un cambio de paradigma: trasladar los riesgos empresariales al trabajador”, advirtió un integrante del consejo directivo, en una lectura que resume el diagnóstico cegetista.

Volcovinsky: “Le llaman reforma a un recorte de derechos”

Desde el plano político, Maia Volcovinsky reforzó la postura con un discurso que combinó crítica técnica y defensa doctrinaria. “Cada vez que se habla de reforma laboral en la Argentina, en realidad se está hablando de un recorte: flexibilizar, fragmentar y debilitar la negociación colectiva”, afirmó.

La dirigente judicial recordó que las medidas aplicadas hasta ahora por el Gobierno “no generaron empleo digno, sino todo lo contrario: destruyeron más de 200 mil puestos formales, cerraron 15 mil pymes y empujaron los salarios a los niveles más bajos de la región”.

Volcovinsky también apuntó contra las ideas de extender la jornada a 12 horas y de promover convenios por empresa, iniciativas impulsadas por Federico Sturzenegger. “Eso no es eficiencia, es regresión. Extender la jornada en un país donde las mujeres dedican más de seis horas diarias a tareas de cuidado equivale a institucionalizar la sobreexplotación”, sentenció.

En su rol de cosecretaria de Derechos Humanos de la CGT, adelantó que la central “será custodia de los derechos laborales conquistados y no permitirá su desmantelamiento”.

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