
La Bancaria denuncia el nuevo pacto con el FMI y advierte sobre su inviabilidad
El intento del presidente Javier Milei de obtener el aval parlamentario para un nuevo endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha desatado una fuerte reacción en el ámbito sindical y político. El gremio de los trabajadores bancarios calificó la maniobra como «ilegal e impagable» y denunció que su implementación implicaría un grave perjuicio para la soberanía económica del país.
El Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU 179/2025), remitido al Congreso por el Poder Ejecutivo, plantea serias dudas sobre su legitimidad. La Constitución Nacional establece en su artículo 75, inciso 7, que el Congreso es el único órgano facultado para «arreglar el pago de la deuda interior y exterior de la Nación». En sintonía con este principio, la Ley 27.612 exige la aprobación legislativa de cualquier acuerdo financiero con el FMI. Sin embargo, el Gobierno intenta eludir este marco normativo mediante un decreto cuya legalidad es, cuando menos, cuestionable.
La estrategia de Milei se apoya en la pasividad o complicidad de sectores legislativos que podrían permitir la validez del DNU si solo una de las cámaras no lo rechaza. Este mecanismo, denunciado por La Bancaria, erosiona la división de poderes y facilita la consolidación de decisiones de trascendencia estructural sin el debido debate democrático.
Consecuencias económicas y sociales del nuevo endeudamiento
Más allá de la cuestión legal, el nuevo acuerdo con el FMI representa un eslabón más en la histórica cadena de sometimiento financiero del país. Según el sindicato, este «arreglo» no solo compromete la capacidad de pago de Argentina, sino que además podría incluir la cesión de activos estratégicos, entre ellos el Banco de la Nación Argentina, en un proceso de desguace del patrimonio estatal.
El impacto del endeudamiento no se limitaría a las finanzas públicas. La profundización de un modelo de ajuste extremo amenaza con una acelerada transferencia de recursos desde los sectores trabajadores y jubilados hacia las grandes corporaciones financieras, los formadores de precios y los intermediarios del sistema financiero internacional. Se trata de un esquema que, lejos de ofrecer soluciones estructurales, perpetúa la dependencia externa y restringe la capacidad del país para definir sus propias políticas económicas.
Un precedente de fraude y cogobierno externo
El antecedente inmediato de esta política se remonta a 2018, cuando el gobierno de Mauricio Macri suscribió un acuerdo con el FMI que resultó inviable y dejó a la Argentina en una situación de virtual default. En aquel momento, el organismo financiero concedió un préstamo sin garantías reales de pago, en lo que diversos especialistas y referentes políticos consideraron un acto de irresponsabilidad compartida entre las autoridades argentinas y los directivos del Fondo.
La Bancaria denuncia que la situación actual no es un «error», sino una estrategia deliberada que coloca al país bajo el control de las potencias que dominan el FMI. En este contexto, Argentina quedaría atada a compromisos que trascienden la actual administración y condicionan las decisiones de futuros gobiernos, limitando su margen de acción en un escenario global cada vez más hostil.
¿Es viable rechazar el pago de la deuda?
El sindicato bancario plantea la posibilidad de desconocer este nuevo endeudamiento, señalando que el acuerdo es «fraudulento» y que su cumplimiento derivaría en consecuencias devastadoras para la economía nacional. Si bien esta postura desafía el marco tradicional de negociación con los organismos multilaterales de crédito, no es una idea inédita: a lo largo de la historia, distintos países han optado por la reestructuración unilateral o el repudio de deudas contraídas en condiciones abusivas.
No obstante, un escenario de confrontación con el FMI podría traer aparejadas represalias económicas y financieras, dificultando aún más el acceso a mercados internacionales de crédito y acelerando la crisis cambiaria. La viabilidad de esta alternativa dependerá no solo de la voluntad política interna, sino también de la posibilidad de generar alianzas estratégicas con actores internacionales que puedan ofrecer respaldo en una negociación alternativa.
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Un cambio en la fórmula de cálculo para medir la inflación que genera Interrogantes

El INDEC modificará la fórmula para calcular la inflación conforme a recomendaciones del Fondo Monetario Internacional. El nuevo índice reconfigura el peso de bienes esenciales como alimentos y medicamentos, mientras otorga mayor relevancia a servicios digitales y transporte. ¿Qué se gana y qué se pierde en esta redefinición de la realidad económica argentina?
La decisión de reformular la métrica con la que se mide la inflación en Argentina no es menor: implica, ni más ni menos, que redefinir el modo en que el Estado y la sociedad comprenden el impacto del alza de precios en el bolsillo cotidiano. Con una economía azotada por desequilibrios estructurales y una ciudadanía sensibilizada por la erosión constante de su poder adquisitivo, la noticia de que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) ya tiene listo un nuevo sistema para medir el Índice de Precios al Consumidor (IPC) merece ser leída con atención crítica y sin ingenuidad.
Según explicó el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, el rediseño fue concluido en marzo de este año y se encuentra a la espera de avales institucionales para su implementación. La modificación tiene el sello del Fondo Monetario Internacional (FMI), organismo que ha participado activamente en la revisión técnica junto al INDEC. El cambio estructural se apoya en un aggiornamiento de la canasta de consumo sobre la que se calcula el IPC, sustituyendo la base de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) 2004/2005 por la versión 2017/2018.
Esta actualización, en teoría, persigue mayor representatividad. Se incorporan consumos contemporáneos —servicios digitales, conectividad, transporte urbano con SUBE— y se reordenan los ponderadores conforme a los patrones de gasto actuales. No obstante, el rediseño esconde un desplazamiento silencioso pero significativo: los rubros tradicionalmente sensibles, como alimentos, medicamentos e indumentaria, reducen su participación en la fórmula. Alimentos y bebidas no alcohólicas, que hasta ahora representaban más de un cuarto del índice, bajarán al 22,7%. Salud, por su parte, caerá a 6,4%, e indumentaria perderá peso acorde a su menor presencia en el consumo promedio de los hogares.
A contramano, servicios públicos y privados incrementan notablemente su ponderación. La vivienda y sus costos asociados trepan al 14,5%, y el transporte al 14,3%, mientras que el rubro comunicaciones —emblema de la vida digitalizada— duplica su influencia, pasando de 2,83% a 5,2%. Esta reconfiguración, si bien responde a una lógica técnica vinculada a los cambios en los hábitos de consumo, no es políticamente neutra.
El punto neurálgico reside en que un cambio metodológico de esta envergadura puede modificar el rostro estadístico de la inflación, disimulando parcialmente los aumentos en productos de primera necesidad. Así, en contextos de alta inflación concentrada en alimentos y remedios, el nuevo IPC podría resultar menos reflejo del sufrimiento popular y más herramienta para negociar con mayor margen con los acreedores externos y los organismos multilaterales.
Vale recordar que la fórmula Laspeyres —que se mantendrá— mide la evolución de precios sobre una canasta fija, sin tener en cuenta sustituciones que realizan los consumidores cuando los precios se disparan. Este sesgo estructural se verá ahora complementado por un reajuste en los pesos relativos de cada categoría, lo que en la práctica puede suavizar o amplificar determinados efectos según la coyuntura.
La reformulación del IPC no es una simple actualización técnica sino una operación con implicancias políticas, sociales y simbólicas de gran alcance. Si bien es saludable que el índice se adecue a las nuevas formas de consumo, no puede ignorarse que el recorte del peso de alimentos y salud podría relativizar el drama cotidiano de millones. La estadística, lejos de ser neutral, construye realidades y legitima decisiones. En una Argentina donde la credibilidad institucional es endeble y la desigualdad se profundiza, modificar los instrumentos de medición no debería ser una estrategia para maquillar la crisis, sino una oportunidad para reflejarla con más fidelidad. Porque lo que no se mide con justicia, no se puede corregir con equidad.
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UPCN reclama reapertura urgente de paritarias estatales

La Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) solicitó la reapertura de las negociaciones colectivas en el ámbito estatal debido a la devaluación de la moneda y el aumento del costo de vida. El gremio había aceptado recientemente un incremento salarial ofrecido por el Ejecutivo, pero ahora reclama una revisión urgente.
El gremio liderado por Andrés Rodríguez, pidió la reapertura de las paritarias en la Administración Pública luego de las medidas económicas anunciadas por el gobierno nacional. Aunque el gremio había aceptado un incremento salarial del 1,3% para marzo, abril y mayo, junto con un bono remunerativo extraordinario de $45.000, ahora considera que este acuerdo es insuficiente debido al fuerte incremento del costo de vida y la devaluación de la moneda nacional.
El sindicato argumenta que es indispensable y urgente revisar y actualizar los salarios acordados para garantizar el poder adquisitivo de los trabajadores y trabajadoras del Estado. Esta solicitud se produce en un contexto de creciente presión sobre los ingresos de los empleados públicos, que ven cómo su capacidad de compra se ve afectada por la inflación y las medidas económicas gubernamentales.
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La UOM San Juan: La lucha por un salario justo continúa

Durante el Congreso Nacional de Delegados en Mar del Plata, representantes de la Unión Obrera Metalúrgica reclamaron una actualización salarial pendiente, al tiempo que advirtieron sobre posibles medidas de fuerza si no se alcanza un acuerdo justo. Martín Solazzo, secretario general de la seccional San Juan, detalló los principales ejes del encuentro y la difícil coyuntura del sector.
En diálogo con Mundo Laboral SJ, Martín Solazzo, secretario general de la UOM San Juan, brindó precisiones sobre lo debatido en el Congreso Nacional de Delegados llevado a cabo en Mar del Plata, donde participaron representantes de distintas seccionales del país. Uno de los puntos centrales fue la falta de cumplimiento de la cláusula de revisión salarial correspondiente al último acuerdo paritario, que comprendía el período de noviembre a marzo.
Solazzo explicó que el compromiso firmado establecía una revisión a fines de marzo para evaluar si los incrementos pactados acompañaban la evolución del Índice de Precios al Consumidor (IPC). “Eso no ocurrió”, remarcó. Por esta razón, desde la conducción nacional del gremio se planteó la necesidad urgente de aplicar un 5% adicional a la base de cálculo de marzo, como condición para iniciar negociaciones de cara al período abril 2025 – marzo 2026.
El Ministerio de Trabajo y la postura empresarial
Si bien el planteo sindical fue recibido sin resistencia por parte del sector empresarial, el aval definitivo depende de la respuesta de la Secretaría de Trabajo, que se comprometió a evaluar el pedido. La confirmación del índice de inflación de marzo —esperada para los últimos días del congreso— fue clave para respaldar el reclamo de recomposición.
El 29 de abril se celebrará una nueva audiencia entre la UOM y las cámaras empresariales, donde se espera que se formalice el reconocimiento de ese 5% extra. “Ese es el piso mínimo con el que estamos dispuestos a empezar la discusión futura”, advirtió Solazzo, asegurando que el reclamo no es ni desmedido ni fuera de contexto.
Plan de lucha en preparación
Durante el congreso, también se aprobó un plan de acción progresivo ante una posible falta de acuerdo. Según detalló el dirigente sanjuanino, se contempla el inicio de medidas de fuerza escalonadas: paros de 24, 48 y hasta 72 horas, en caso de que las negociaciones no prosperen.
En paralelo, ya comenzaron las asambleas informativas en fábricas y talleres para preparar a los trabajadores y mantenerlos al tanto del avance de las gestiones. “Estamos pidiendo algo completamente razonable. Solo exigimos que se cumpla lo que ya estaba pactado”, insistió.
El impacto de las importaciones y la pérdida de empleo
Más allá del conflicto salarial, Solazzo advirtió sobre un escenario aún más preocupante: la apertura irrestricta de importaciones, que está golpeando de lleno a la industria nacional. “Nos afecta profundamente, especialmente a un sector tan productivo como el nuestro. Ya se han perdido miles de puestos de trabajo, y muchos más están en peligro”, señaló.
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