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La Federación que encabeza Héctor Morcillo, mantendrá una nueva reunión de negociación paritaria con la Cámara empresaria FIPAA, luego de la frustrada reunión del 10 de agosto para definir el acuerdo salarial del sector alimentación para el trimestre agosto-octubre.

La Federación de Trabajadores de Industrias de la Alimentación (FTIA) y la Cámara Empresaria FIPAA se reunirán mañana en el marco de la negociación paritaria del Convenio Colectivo de Trabajo (CCT) 244/94 para el trimestre agosto-octubre.

La nueva jornada de negociaciones se dará luego de la frustrada reunión del pasado 10 de agosto, en donde la Federación reiteró el reclamo de actualización de las escalas salariales para preservar el poder adquisitivo del salario de los trabajadores de la alimentación.

La FTIA, que conduce Héctor Morcillo, convocó a un plenario de Secretarios Generales de los distintos sindicatos de la alimentación de todo el país para evaluar el estado de las negociaciones de los trabajadores del sector.

Según la Federación desde el sector empresarial insisten en rechazar el reclamo sobre guarderías alegando a una “cuestión de costos”. Desde FTIA insistieron que el reclamo se basa en normas reglamentarias vigentes e insisten que “la misma se considera ajustada a la finalidad perseguida por la norma de la Ley de Contrato de Trabajo”.

En cuanto al reclamo sobre la liquidación del impuesto a las ganancias por parte de los empleadores, la FTIA indicó que seguirán trabajando en los conceptos que deberán incluirse en las excepciones previstas por el Ministerio de Economía de la Nación.

Además, la Federación informó que mantendrá reuniones con funcionarios de la cartera de Trabajo para definir esos conceptos y hacer la presentación correspondiente a la Subsecretaría de Ingresos Públicos a fin de limitar el impacto sobre los salarios que tiene el impuesto.

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La CGT de San Juan en guardia: expectativa y cautela frente a la anunciada reforma laboral

Desde San Juan, la CGT local, representada por Eduardo Cabello— respondió con prudente escepticismo al anuncio de una reforma laboral que el Gobierno nacional promete discutir con el movimiento obrero. En una entrevista con Mundo Laboral SJ, Cabello cuestionó la estrategia comunicativa oficial, exigió convocatoria formal y puso el foco en la recomposición salarial y la defensa de derechos adquiridos como condiciones no negociables para cualquier cambio normativo.

En las últimas horas, la posible presentación de una reforma laboral volvió a poner en tensión el diálogo entre el Ejecutivo y los representantes sindicales. Desde la provincia, Eduardo Cabello —referente de la CGT local— ofrece una lectura que combina crítica política y demanda operativa: por ahora no existe una convocatoria concreta, sólo filtraciones e “información” que circula por redes y medios; mientras tanto, las condiciones materiales de los trabajadores siguen deteriorándose.

Cabello describe el proceso comunicativo del Gobierno como un uso sistemático de las redes sociales y de micromensajes —“algo cuasi verídico o cuasi mentira”— que, a su juicio, tiende a confundir y a diluir la discusión real sobre la economía, la producción y los salarios. Esa estrategia, sostiene, funciona como una cortina que intenta desviar la atención pública de problemas estructurales: inflación persistente, cierre de fuentes de trabajo y salarios cuya capacidad de compra se desploma. Frente a ese escenario mediático, la CGT de San Juan reclama una convocatoria formal y transparente; quiere acceso a los borradores y participar en la discusión antes de que las iniciativas tomen forma definitiva.

Más allá de la crítica retórica al modo en que se filtran las propuestas, la intervención de Cabello trae a primer plano un reclamo concreto: la urgente recomposición del salario mínimo, vital y móvil y una actualización del ingreso que compense la pérdida real de poder adquisitivo. Señala que la puesta en marcha normal del Consejo del Salario —instrumento tripartito clave— no puede depender de emplazamientos judiciales ni de pedidos extraordinarios; debe ser una práctica institucional regular. Para la CGT local, cualquier reforma que se pretenda introducir sin una pauta clara de recomposición salarial corre el riesgo de consolidar un sistema más desigual y menos protector.

La entrevista también recorre el marco comparado: El gremialista observa tendencias en España y Europa, donde la discusión sobre jubilaciones y derechos laborales refleja ajustes y límites que, en su diagnóstico, están erosionando conquistas históricas. Desde su perspectiva, la tendencia global hacia la desprotección del trabajador y la reducción de derechos es un fenómeno que encuentra ecos locales y que el sindicalismo debe confrontar con una postura reformista —en el sentido clásico del término— pero defensiva de las garantías mínimas.

En tono reflexivo, el representante sindical vincula la articulación interna del propio oficialismo con la dispersión de propuestas: “hay dos o tres que gobiernan” y cada uno querría impulsar su propia versión de la reforma. Esa atomización, dice, incentiva la filtración y la “espuma” informativa y dificulta que exista una propuesta única, rigurosa y debatible en condiciones de transparencia. Desde San Juan, la respuesta de la CGT no es de rechazo automático: “no le tenemos miedo al diálogo ni a las reformas”, afirma Cabello. Pero sí exige que la discusión sea seria, con reglas claras, participación real y respeto por los derechos consagrados en la Constitución y en la negociación colectiva.

Un punto recurrente en la conversación es el recuerdo de la década de 1990, cuando privatizaciones y congelamientos salariales dejaron una huella social profunda. Para Cabello, el riesgo de revivir políticas que empobrecen a las mayorías no es una metáfora histórica: es una posibilidad tangible si los cambios se diseñan sin equidad ni mecanismos de protección social. La CGT de San Juan apuesta, por ello, a mantener el diálogo —pero convocado en tiempo y forma— y a subordinar cualquier reforma a la garantía de condiciones laborales dignas, sistemas previsionales sostenibles y un salario que permita cubrir la canasta básica.

En el trasfondo político, la postura sindical mezcla representación local y federal: si bien la CGT sanjuanina espera ser convocada inicialmente por el Consejo de Mayo —donde tiene representación— entiende que el debate será nacional y que se intensificará cuando asuman los nuevos cargos legislativos después de diciembre. Esa previsión responde tanto a una lectura táctica —esperar la conformación del nuevo mapa político— como a la convicción de que los cambios de fondo requieren consenso amplio y no improvisaciones mediáticas.

La intervención de Eduardo Cabello sintetiza la posición del sindicalismo sanjuanino: apertura al diálogo, pero sin concesiones a costa de los trabajadores. La CGT local exige convocatoria formal, acceso a los contenidos de la reforma y, por sobre todo, una agenda que priorice la recomposición salarial y la preservación de derechos básicos.

En un contexto donde la comunicación oficial privilegia filtraciones y micromensajes, el movimiento obrero plantea una demanda clara: que la reforma laboral —si llega— se discuta con seriedad técnica, reglas tripartitas y, sobre todo, con la garantía de que no será la punta de lanza para una pérdida adicional de protección social. Sin esos elementos, advierte Cabello, el diálogo no será suficiente; hará falta organización y defensa activa de lo ya conquistado por los trabajadores.

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Crisis, salarios y reforma: una radiografía del presente laboral según Mercelo Trujillo”


En diálogo con Mundo Laboral San Juan, Marcelo Trujillo, titular del Sindicato de Obreros, Especialistas y Empleados de los Servicios en Industrias de las Telecomunicaciones (SOEESIT), analizó la gravedad de la caída del salario argentino —hoy el más bajo de Latinoamérica— y alertó sobre el rumbo de la reforma laboral impulsada por el Gobierno. Ante un escenario que considera comparable al de los años ’90, Trujillo advierte una posible “desaparición práctica del trabajador como sujeto de derecho” y reclama participación real del movimiento obrero en la discusión.

La fotografía del presente económico argentino describe un deterioro sostenido, profundo y acumulativo, que ya no admite eufemismos. Según un estudio que abarca el período 2015-2025, más de 290 mil millones de dólares habrían sido transferidos desde el salario hacia el capital concentrado, configurando una década marcada por la erosión del poder adquisitivo y un derrumbe salarial que hoy ubica al país en el peor nivel de la región. Esta crisis, visible en la cotidianeidad y confirmada por los indicadores más duros, repercute en varios sctores.

En ese marco, dirigente gremial contextualiza la coyuntura actual dentro de una secuencia histórica que recuerda a los años ’90: privatizaciones masivas, congelamiento salarial, pérdida del poder de compra y una estructura previsional debilitada. “Tuvimos una recuperación recién a partir de 2004, pero el deterioro actual es igual o más profundo”, señala. Su preocupación se funda no sólo en la caída del salario real, sino en los efectos sistémicos que esta crisis genera sobre las condiciones laborales, los aportes sociales y la sustentabilidad futura del sistema previsional.

Trujillo aporta un dato conceptual que resume la desconexión entre estadísticas oficiales y la experiencia cotidiana: propone medir, además del IPC, un “Índice del Precios en Góndola”, indicador que —dice— refleja con mayor fidelidad la verdadera pérdida de poder adquisitivo. La inflación, advierte, “se presenta como desacelerada”, pero en las góndolas “la vida se encarece cada vez más”. En ese contexto, las paritarias —antes anuales— amenazan con transformarse en negociaciones quincenales ante la volatilidad de los precios.

A ese cuadro se suma el debate central del momento: la reforma laboral que el Gobierno busca impulsar. Trujillo coincide con la posición de la CGT, que exige conocer el texto completo del proyecto y participar en su elaboración. “Lo que se ha filtrado perjudica al trabajador en todos los planos”, sostiene. La preocupación principal radica en el cambio conceptual que propone la iniciativa: el reemplazo del trabajador por la figura del ‘colaborador’, lo que abriría la puerta a acuerdos individuales por encima de los convenios colectivos y de la propia Ley de Contrato de Trabajo.

Esas modificaciones, advierte, podrían desarticular los pilares mismos del sistema laboral argentino: la ultraactividad de los convenios, la jerarquía normativa que protege al trabajador y la presencia de organizaciones sindicales como contrapeso necesario. “Se habla de que no se perderán derechos adquiridos, pero si se pulverizan los recursos de los sindicatos, la negociación colectiva y la estructura convencional, la pérdida es inevitable”, remarca Trujillo.

El referente gremial también ve con preocupación la convergencia entre esta reforma y los cambios introducidos por el DNU 70/23, especialmente en materia de empleo transfronterizo y modalidades contractuales atípicas. Sumado a ello, advierte el avance de modelos laborales propios de plataformas como las apps de reparto, caracterizados por la fragmentación, el pago por hora o por tarea y la inestabilidad del ingreso. “Nos quieren llevar a un esquema donde cada persona gestione su propio trabajo desde el celular, sin garantías y a merced del empleador”, reflexiona.

Frente a quienes sostienen que la flexibilización laboral impulsa el crecimiento, Trujillo recuerda que ninguna reforma de este tipo generó mejoras sostenidas ni en la productividad ni en la competitividad, sino que, por el contrario, acentuó la precarización y la desigualdad. Sobre el horizonte inmediato, su diagnóstico es claro: sin reglas equitativas y sin participación de sindicatos y trabajadores en la mesa de negociación, el país podría encaminarse hacia un nuevo ciclo de fragmentación laboral y profundización de la pobreza, agravado por las transformaciones tecnológicas que ya empiezan a reducir planteles en múltiples sectores.

El panorama expuesto por Marcelo Trujillo sintetiza la encrucijada del presente laboral argentino: un salario devastado, una reforma que amenaza con desarmar décadas de institucionalidad y una economía que empuja a los trabajadores hacia nuevos formatos de precarización. En un escenario donde la brecha entre el costo de vida y los ingresos reales se expande, la discusión sobre el futuro del trabajo no puede darse sin los protagonistas centrales: los trabajadores, sus organizaciones y la sociedad en su conjunto.

La advertencia es clara: sin participación, sin reglas justas y sin un rumbo claro de recomposición salarial, cualquier reforma corre el riesgo de consolidar un sistema laboral más desigual y menos protector. En ese sentido, el llamado apunta a una premisa básica pero urgente: discutir de cara a la sociedad para evitar que, bajo la promesa de modernización, se consagre una merma histórica en derechos, identidad y dignidad laboral.

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Essen reduce personal y sustituye fabricación nacional

La tradicional fábrica de ollas Essen despidió al 10% de sus trabajadores y comenzó a sustituir casi la mitad de su producción por productos terminados provenientes de China. En un contexto de consumo retraído y creciente ingreso de importaciones, la UOM denuncia un proceso de achicamiento que podría profundizarse en los próximos meses y alerta por nuevos riesgos en otras metalúrgicas de la región.

La crisis golpeó de lleno a Essen, una de las marcas más reconocidas del país en la producción de ollas y utensilios de aluminio. La planta ubicada en Venado Tuerto, Santa Fe, despidió a 30 trabajadores —cerca del 10% de su plantilla total—, mientras avanza en un proceso de sustitución de producción nacional por importaciones provenientes de China, que ya representarían alrededor del 45% de sus ventas.

El ajuste, según denuncian los trabajadores, se siente en el día a día. “El achique viene de una baja de producción que los trabajadores lo ven en sus puestos”, señaló Oscar Infante, secretario general de la UOM San Fe. Sectores clave de la fábrica, que antes funcionaban a ritmo pleno, hoy operan con maquinaria detenida o con turnos reducidos.

La empresa habla de “reestructuración”, pero crece el temor a más despidos

Desde la empresa, la reducción de personal se presenta como parte de un proceso de “reestructuración”, aunque entre los trabajadores crece la preocupación: si la importación de productos terminados gana terreno, la producción local podría volverse marginal y dejar a más empleados en riesgo.

“Estamos aprovechando la crisis para hacer achiques”, admitió Infante al describir la lógica que, según la UOM, está guiando la estrategia empresaria. No obstante, los directivos habrían prometido en una reunión reciente que no habrá nuevos despidos en lo que resta del año, un compromiso que los trabajadores ven con cautela ante la caída sostenida de la demanda.

La apertura importadora y un mercado interno debilitado

El caso de Essen refleja un fenómeno más amplio que atraviesa a la industria metalúrgica: la combinación de recesión, menor consumo y una apertura importadora creciente está dejando en jaque a decenas de fábricas que dependen del mercado interno.

La sustitución de producción local por importaciones se volvió una salida rápida para empresas que enfrentan costos crecientes y ventas en retroceso. En la práctica, esta dinámica no solo achica planteles, sino que debilita el entramado productivo regional, donde cada puesto perdido afecta a proveedores, trabajadores tercerizados y comercios asociados.

Corven también en alerta: posibles 40 despidos

La situación en Venado Tuerto no se limita a Essen. La UOM también advierte sobre un posible recorte en la fábrica Corven, donde podrían cesar a unos 40 trabajadores si se confirma la reducción de líneas de producción.

El sindicato denuncia que “la crisis industrial en la región se está profundizando” y teme que, si no se adoptan medidas para frenar el ingreso indiscriminado de importaciones, más empresas recurran a recortes similares.

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