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El bono se pagará en cuatro cuotas de $6.250 cada una, en febrero, marzo, abril y mayo de 2021

El sindicato de Camioneros acordó hoy el pago de un bono de fin de año por 25.000 pesos en cuatro cuotas con dos cámaras del sector, aunque todavía siguen negociando con la entidad empresarial más grande, FADEEAC.

Según anunció el gremio, el bono se pagará en cuatro cuotas de $6.250 cada una, en febrero, marzo, abril y mayo de 2021.

Pero el acuerdo aún no se logró cerrar con la cámara principal, FADEEAC (Federación Argentina de Entidades Empresarias del Autotransporte de Cargas), que representa casi el 70% de las empresas del sector.

El gremio celebró el acuerdo y destacó que «se concretó un beneficio defendiendo el poder adquisitivo de los trabajadores».

«En este año tan particular, el reconocimiento a la labor desarrollada de los compañeros esenciales de todas las actividades durante la pandemia quedó plasmado en este bono», indicó el gremio liderado por Pablo y Hugo Moyano.

Camioneros ya había cerrado una paritaria del 30%, con una revisión en febrero próximo.

Desde el sindicato difundieron que la Confederación Argentina del Transporte (Catac) y Faetyl (Federación Argentina de Entidades del Transporte), representan al «75% de los compañeros».

Desde FADEEAC aclaran que ese porcentaje es inexacto y aseguran tener la representatividad más grande. De paso, hicieron notar que los costos operativos subieron por encima del 30%, por lo que insinuaron que será complicado afrontar el pago de ese bono

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La CGT y el massismo articulan posiciones para un proyecto alternativo al del Gobierno

La proximidad del recambio de diputados y senadores activó una serie de movimientos en la CGT, que busca robustecer un bloque legislativo para enfrentar el proyecto de reforma laboral impulsado por el Gobierno. En esa estrategia, la conducción cegetista mantiene canales de diálogo con legisladores de origen sindical, gobernadores aliados y cámaras empresarias, con el objetivo de avanzar en una propuesta alternativa que contemple cambios graduales, integrales y compatibles con el nuevo escenario productivo.

En ese marco, comenzaron a circular versiones que indican que el Frente Renovador, liderado por Sergio Massa, ya acercó a la central obrera una serie de lineamientos trabajados en conjunto con mandatarios provinciales y representantes del sector privado. Fuentes de la CGT evitaron confirmar esos intercambios: “No vamos a discutir trascendidos”, señalaron, aunque reafirmaron su disposición a debatir reformas “siempre que sean progresivas y no impliquen resignar derechos”.

Cristian Jerónimo, integrante del triunvirato cegetista, precisó que los gremios están “dispuestos a debatir y discutir cambios”, pero advirtió que el proceso debe darse “en el marco de un debate claro y de propuestas concretas y productivas” orientadas a promover empleo formal. La declaración surgió tras un encuentro en Azopardo con los diputados sindicales de Fuerza Patria —Sergio Palazzo, Vanesa Siley, Mario “Paco” Manrique, Hugo Yasky y Hugo Moyano (h.)— donde se definieron líneas de acción legislativa y se fortaleció la idea de una “postura en unidad”.

La CGT destacó que existe voluntad de construir alternativas que desmonten la narrativa oficial de “modernización laboral”, que según los gremios oculta un intento de desregulación profunda. Mientras el Gobierno promueve esquemas como “salarios dinámicos”, bancos de horas y ampliación de la jornada hasta 12 horas, desde las organizaciones sindicales alertan que ese modelo implica un retroceso histórico. “Es volver a la etapa del preperonismo, a la década infame”, sostuvo Yasky.

La central obrera trabaja en una propuesta que incorpore de manera realista los desafíos de la economía digital: plataformas, inteligencia artificial, robótica y nuevas modalidades de empleo. Diputados aliados como Siley y Yasky ya presentaron iniciativas vinculadas al teletrabajo, la reducción de la jornada y la regulación de trabajadores de plataformas. En esa misma línea, Hugo “Cachorro” Godoy enfatizó el concepto de “transición justa”, que apunta a capacitar y reentrenar trabajadores para evitar que los cambios tecnológicos se traduzcan en exclusión.

El proyecto del massismo: cinco ejes para un cambio integral

Mientras se desarrolla la discusión en el plano gremial y legislativo, el Frente Renovador avanza en una propuesta laboral propia que busca diferenciarse tanto del proyecto oficial como de las iniciativas parciales presentadas en el Congreso.

La senadora bonaerense electa María Rosa Arata explicó que el espacio viene dialogando con gobernadores, pymes, cooperativas, cámaras empresarias y sindicatos. “Las propuestas no son parches aislados: construimos una mirada integral que incluye cambios tributarios, previsionales y laborales”, señaló. Y remarcó: “Una reforma responsable debe atender las realidades de quienes sostienen la economía cotidiana. La Argentina necesita oportunidades reales, no avances sobre derechos”.

El borrador massista se estructura en cinco ejes:

  1. Empleo joven

Un programa integral que combine estímulos económicos para la primera inserción laboral, terminalidad educativa obligatoria y formación tecnológica de base.

  1. Mujeres emprendedoras

Líneas de crédito blandas, refinanciación de deudas y acompañamiento económico durante la licencia por maternidad para fortalecer proyectos liderados por mujeres.

  1. Pymes y competitividad

Régimen tributario diferencial que incluye la eliminación del impuesto a las ganancias sobre utilidades no distribuidas, incentivos a la formalización y facilidades para exportar.

  1. Reinserción laboral de mayores de 45 años

Un plan orientado a sectores particularmente afectados por la apertura comercial, con capacitación específica y estímulos para su reincorporación.

  1. Regulación del trabajo en plataformas

Un esquema que mejore ingresos, condiciones laborales y cobertura de riesgos para repartidores y trabajadores digitales, sin sacrificar la flexibilidad horaria que caracteriza al sector.

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Martín Solazo (UOM San Juan): “No vemos luz al final del túnel”

En una entrevista con la UOM provincial, su titular Martín Solazzo lanzó un panorama crítico: la industria metalúrgica registra pérdidas sostenidas, y ya se estiman cerca de 22.000 puestos de trabajo menos a nivel nacional. Solazzo advierte que la combinación de desindustrialización, transferencia de producción al exterior y una reforma laboral que reduciría derechos amenaza con profundizar una crisis social y productiva que golpea con particular fuerza a las familias trabajadoras.

El diagnóstico que presenta la Unión Obrera Metalúrgica de San Juan, a través de su secretario general Martín Solazzo, no es un lamento aislado sino la concreción local de tendencias que, según el gremio, vienen consolidándose a escala nacional: caída sostenida de la producción industrial, reconfiguración de cadenas productivas hacia la exportación con escasa generación de empleo local y una pérdida de derechos laborales que lejos de “aliviar costos” para las empresas, terminaría por precarizar el trabajo y aumentar la desocupación.

Solazzo parte de datos recientes —entre ellos la caída de 6,4% de la industria entre octubre del año pasado y octubre de este año — para ilustrar una regresión que ubica la actividad en niveles comparables a la peor fase de la pandemia de 2020. Pero detrás de esa cifra hay historias concretas: empresas que optan por transformar sus plantas en centros de acopio o ensamblaje reducidísimo, despidos que, aun cuando no siempre aparezcan en los grandes titulares, suman sangrados permanentes en los padrones locales y una cadena de efectos que amplifica la vulnerabilidad familiar. En San Juan, el sindicato estima la pérdida de cerca de 180–200 empleos en el último año sólo en el metalúrgico; extrapolado al territorio nacional, el número de 22.000 puestos fuera del sistema constituye una amenaza económica y social de escala.

La explicación que ofrece Solazzo conjuga factores coyunturales y estructurales. En la primera línea está la política económica reciente: tipos de cambio, costos logísticos, condiciones para la inversión y un régimen tributario que, según el dirigente, castiga la producción local más que incentiva la actividad. Paradójicamente, las empresas pueden aumentar rentabilidad a través de la exportación de bienes o de la deslocalización de etapas productivas; el resultado es una fábrica que factura pero contrata menos. “La rentabilidad de la empresa no cae, al contrario, crece —dice Solazzo—. Pero eso no se traduce en empleo.” En segundo lugar, la reforma laboral propuesta por el oficialismo aparece en la entrevista como un nuevo eje de preocupación: el sindicato la califica de “receta vieja” que busca reducir derechos (horas, vacaciones, garantías colectivas) en nombre de la competitividad, cuando la solución real para aliviar costos empresariales debería pasar por una revisión tributaria y por políticas públicas que protejan la producción nacional.

El dirigente distingue, además, entre lo que son reivindicaciones legítimas de modernización y la pérdida de derechos encubierta. Reconoce que existen aspectos “modernizables” vinculados a tecnología y procesos productivos, pero sostiene que cualquier cambio debe discutirse puertas adentro de cada convenio colectivo, con la participación plena de las organizaciones gremiales y sin imposiciones externas que individualicen la negociación y debiliten la protección colectiva. Esta postura subraya la tradicional lógica sindical: defender salarios, condiciones y estabilidad como pilares de la reproducción social y de la demanda interna.

En su relato se esboza otro elemento: la respuesta práctica del sindicato ante el cierre o el riesgo de cierre. Lejos de limitarse a la protesta, la UOM local afirma haberse involucrado en gestiones no tradicionales —interceder en licitaciones, asistir a empresas con asesoramiento para sostener la producción— porque entiende que la inacción significaría resignar fuentes laborales. Es una admisión de incapacidad estructural: el sindicato no puede sustituir políticas públicas; pero lo hace porque la urgencia social lo obliga.

El riesgo de escalada social aparece como una consecuencia plausible si no se revertieran tendencias: miles de familias sin ingreso y sin redes de contención, desempleo técnico que se profundiza y un mercado interno que se contrae. En este punto, Solazzo hace una lectura política exigente: respeta los resultados electorales que dieron lugar al actual gobierno pero rechaza la dirección de sus medidas, y reclama apertura y rectificación en materia económica y laboral para evitar un deterioro mayor.

La experiencia histórica, citada por el propio dirigente gremial, muestra que intentos de flexibilización laboral sin políticas compensatorias suelen terminar en mayor informalidad y desempleo: episodios de los años 90 y otras experiencias recientes dan argumentos a quienes sostienen una política de sostén industrial. El desafío hoy es complejo: Argentina necesita equilibrio entre costos empresariales competitivos, protección del empleo y estímulos a la inversión productiva dentro del país. Las herramientas disponibles —crédito productivo, reducción selectiva de cargas, incentivos a la exportación con condiciones de empleo local, regulaciones que promuevan encadenamientos productivos— requieren diseño y consenso social. Sin diálogo y sin medidas de corto plazo que amortigüen la pérdida de empleo, las advertencias sindicales adquieren carácter preventivo, no únicamente reivindicativo.

La entrevista con Martín Solazzo condensa la percepción de un sector que siente que la política económica actual está debilitando su capacidad de producir y sostener empleo. Entre cifras de caída de la actividad, pérdida de puestos y una reforma laboral potencialmente regresiva, el reclamo sindical es claro: cualquier cambio debe priorizar la protección de derechos, la negociación colectiva y políticas públicas que incentiven la producción en suelo argentino. La alternativa, advierten desde la UOM, es un proceso de desindustrialización que no sólo reduce la economía real sino que deja a miles de familias sin sustento —un coste social que, remarcan, el país no puede permitirse.

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Advertencia de la UTA: Habrá paro de colectivos en diciembre si no se pagan salarios y aguinaldos en término

El sindicato de la Unión Tranviarios Automotor declaró el estado de alerta y anticipó que habrá paros en todas las líneas que no abonen sueldos y aguinaldos antes del cuarto día hábil de diciembre. Las empresas presionan al Gobierno por atrasos en los subsidios y plantean pagar el medio aguinaldo en hasta seis cuotas, una propuesta rechazada de plano por el gremio.

La Unión Tranviarios Automotor (UTA) encendió todas las alarmas de cara a diciembre y anunció un posible paro generalizado del transporte urbano si los trabajadores no perciben sus salarios y el medio aguinaldo en tiempo y forma. El secretario de Prensa del gremio, Mario Caligari, confirmó que la organización activó el estado de alerta luego de que varias empresas comunicaran que no podrán cumplir con los plazos legales de pago debido a supuestas demoras del Gobierno en el envío de subsidios.

La situación, que combina tensiones estructurales con un escenario económico cada vez más frágil, podría derivar en un diciembre con interrupciones masivas del servicio de colectivos en distintas regiones del país. El cuarto día hábil del mes fue señalado como un umbral determinante: “En cada empresa que el cuarto día hábil no pague los salarios, se va a parar”, advirtió Caligari en declaraciones a Splendid AM 990.

Las compañías transportistas afirman que las transferencias estatales no llegan con la regularidad necesaria para sostener los costos operativos y aseguran estar asfixiadas financieramente. Sin embargo, desde la UTA rechazan tajantemente ese argumento. “Nosotros no financiamos los sueldos ni los aguinaldos”, enfatizaron fuentes sindicales, dejando claro que la responsabilidad sobre la estructura de subsidios es exclusiva de las autoridades y los empresarios.

La propuesta de algunos operadores de pagar el aguinaldo en seis cuotas terminó por dinamitar cualquier margen de negociación. Para el sindicato, esa alternativa es inaceptable y vulnera un derecho básico de los choferes. “De ninguna manera, no es esa la forma”, afirmó Caligari, quien además cuestionó duramente lo que definió como una actitud histórica de victimización empresarial: “El síndrome del llanto lo tienen desde toda la vida”, disparó.

El vocero gremial subrayó que los conductores trabajan “los 30 días del mes y los 365 días del año”, y que por eso deben cobrar sus haberes “en tiempo y forma”, sin excepciones ni dilaciones. Incluso ironizó sobre el extremo al que, según su visión, pretenden llevar la discusión los transportistas: “Si fuese por los empresarios, nosotros tendríamos que pagar para trabajar”, sentenció, dejando al descubierto el nivel de desgaste en la relación entre ambos sectores.

Mientras tanto, el Gobierno permanece bajo presión de las empresas, que reclaman un esquema de compensaciones actualizado y previsible, capaz de sostener el funcionamiento del sistema. La incertidumbre sobre cuándo se normalizará el flujo de subsidios agrega tensión a un escenario ya delicado, que amenaza con impactar en millones de usuarios justo en el comienzo del mes de mayor demanda social.

El conflicto entre la UTA, las empresas de transporte y el Gobierno vuelve a poner en evidencia la fragilidad del sistema de subsidios y la persistente disputa por su financiamiento. Con un diciembre que asoma cargado de tensión, el gremio dejó en claro que no tolerará pagos atrasados ni fraccionados. Si no aparecen respuestas rápidas, el país podría enfrentar un paro de colectivos con fuerte impacto en la movilidad urbana y en la vida cotidiana de millones de personas.

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