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El ajuste silencioso: bolsillos vacíos y un consumo cada vez más selectivo

Mientras el Gobierno celebra supuestas mejoras macroeconómicas, los datos privados y la experiencia diaria de los hogares revelan un escenario opuesto: salarios que no alcanzan, inflación que dejó de desacelerarse y un consumo masivo que vuelve a caer. La tendencia se profundiza en el cierre de 2025 y proyecta un 2026 sin recuperación visible.

Las consignas oficiales sobre estabilidad económica y recuperación comienzan a desdibujarse cuando se las contrasta con la vida cotidiana de millones de trabajadores. “No me alcanza para llegar a fin de mes” dejó de ser una frase excepcional para convertirse en una descripción extendida de la realidad social. La pérdida sostenida del poder adquisitivo, combinada con una inflación que volvió a mostrar signos de aceleración, está impactando de lleno en el consumo masivo, incluso en un período tradicionalmente asociado a mayores gastos como las fiestas de fin de año.

Lejos de una reactivación sólida, los indicadores privados muestran un mercado interno frágil y en retroceso. Un relevamiento de Worldpanel by Numerator registró una caída del consumo del 0,7% en el último trimestre, lo que interrumpió la recuperación parcial del 1,5% acumulada entre enero y septiembre. “Tras la mejora del primer semestre, el tercer trimestre evidenció una pausa clara, con menor frecuencia de compra y canastas más ajustadas”, señalaron. El cierre del año encuentra a los hogares con presupuestos cada vez más exigidos y expectativas crecientemente polarizadas.

En la misma línea, un informe de NielsenIQ describió la dinámica del consumo masivo durante 2025 como una “recuperación frágil”. Si bien el primer semestre mostró un crecimiento del 2%, desde mediados de año se observó una desaceleración sostenida, profundizada por la incertidumbre política y económica del tercer trimestre. El dato interanual positivo, aclaran desde la consultora, se explica sobre una base extremadamente baja: una caída histórica del 16% registrada en 2023, que aún no fue compensada.

La contracción se extiende de manera transversal a casi todas las categorías. En supermercados, los rubros más golpeados fueron Limpieza (-10%), Lácteos (-7%), Bebidas (-5%) y Alimentos (-2%). Según Scentia, en noviembre los supermercados exhibieron una baja interanual del 7,2%, acumulando un retroceso del 5,3% en el año. Los mayoristas no mostraron un mejor desempeño: cayeron 7,5% interanual, con un acumulado anual del -5,5%, mientras que farmacias registraron una contracción del 6,9%.

“Todas las canastas dieron resultados negativos en supermercados y mayoristas”, resumieron desde la consultora, y agregaron que incluso en autoservicios y comercios tradicionales se observa una retracción en bebidas sin alcohol. A su vez, datos de Comer indicaron que en octubre el consumo cayó 4% interanual, con una disminución del 5,1% en el consumo de carne vacuna y un aumento en la demanda de pollo, una alternativa más económica que evidencia el ajuste en los hábitos alimentarios.

El deterioro del poder de compra también se refleja en la percepción de los consumidores. Worldpanel by Numerator destacó que el porcentaje de compradores que declara llegar “justo” a fin de mes saltó del 29% en el primer trimestre al 43%, una variación que explica el cambio de comportamiento en góndolas. El consumo se vuelve más selectivo, crece la elección de segundas y terceras marcas y se reducen las categorías consideradas prescindibles. Las marcas económicas aumentaron su volumen de ventas en 2,3%, mientras que las marcas propias de supermercados crecieron 6,8%. En los hogares de menores ingresos, estas opciones pasaron de representar el 28,1% del mix de compras al 45,1%, una señal clara de empobrecimiento relativo.

Canastas navideñas: una postal del ajuste

La fotografía más elocuente del retroceso del consumo se observa en las canastas navideñas. Según Consumidores Libres, el aumento promedio fue del 36%, con picos de hasta 45%, una cifra que supera la inflación oficial en varios de sus componentes. Productos emblemáticos de las fiestas registraron subas muy por encima del promedio: avellanas con cáscara (+94%), asado (+83%), almendras (+50%) y pan dulce (+39%).

Como resultado, el costo total de la canasta navideña pasó de $133.165 a $180.967 en apenas un año, un valor claramente restrictivo si se lo compara con un salario básico que no alcanza los $335.000. La celebración, para amplios sectores, se reduce o directamente se posterga.

El contraste entre el relato oficial y la realidad económica se vuelve cada vez más evidente. La persistente pérdida del poder adquisitivo no solo erosiona el bienestar de los trabajadores, sino que también debilita el mercado interno y redefine los patrones de consumo. Con salarios que no acompañan la inflación real y un horizonte de recuperación incierto, el cierre de 2025 deja una señal de alerta: sin recomposición de ingresos, el ajuste continúa trasladándose silenciosamente a la mesa familiar, a la góndola y a la vida cotidiana. Y las proyecciones para 2026, lejos de disipar las dudas, refuerzan la preocupación.

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