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El “modelo griego” de 13 horas diarias: la idea que tensiona el debate laboral argentino

Durante un encuentro con el presidente Javier Milei, el empresario Martín Varsavsky deslizó la posibilidad de adoptar un esquema laboral de hasta 13 horas diarias inspirado en Grecia. Aunque el propio empresario aclaró que se trata de una propuesta “negociable”, la reacción fue inmediata: sindicatos, académicos y opositores interpretaron la idea como un anticipo del rumbo flexibilizador que el Gobierno planea para el mercado de trabajo.

La cena entre Javier Milei y Martín Varsavsky, empresario argentino radicado en Madrid, derivó en una polémica que expuso con crudeza las tensiones del actual debate laboral. Varsavsky, cercano al oficialismo, mencionó como ejemplo de “modernización” el modelo griego, que permite jornadas laborales de hasta 13 horas diarias. Su comentario, aunque matizado luego como una sugerencia sujeta a discusión, encendió las alarmas entre gremios y sectores académicos, que ven en esa idea el núcleo de una reforma estructural regresiva.

La iniciativa se vincula con el paquete de “modernización laboral” que el presidente Milei anunció el pasado 11 de octubre en San Nicolás. Entre las medidas incluidas se destacan:

El reemplazo de las indemnizaciones por despido por un fondo de cese laboral individual.

La creación de un banco de horas, que permitiría compensar las horas extra con tiempo libre en lugar de pago adicional.

La habilitación de contratos en cualquier moneda, incluyendo el dólar.

La flexibilización del régimen de vacaciones, cuya asignación quedaría bajo decisión del empleador.

Desde el Gobierno argumentan que estas reformas apuntan a reducir la informalidad, que afecta a la mitad de los trabajadores, y a eliminar la llamada “industria del juicio laboral”. Sin embargo, especialistas en derecho del trabajo y organizaciones sindicales sostienen que la flexibilización no ha demostrado resolver esos problemas en otros países, mientras que sí deteriora las condiciones de vida de los asalariados.

En las redes sociales, la frase “13 horas de trabajo” se volvió rápidamente tendencia. Los usuarios expresaron su indignación con etiquetas como #EsclavismoModerno o #NoALaReformaLaboral, en una ola de críticas que unió a sectores diversos bajo una misma preocupación: la pérdida de derechos laborales conquistados durante décadas.

Para muchos analistas, la mención al “modelo griego” no es casual. Grecia fue uno de los países más afectados por las políticas de austeridad impuestas por el Fondo Monetario Internacional, y su reciente ampliación de la jornada laboral generó una fuerte respuesta social. El paralelismo con la Argentina, donde el Gobierno busca reformar el sistema laboral bajo el argumento de “adaptarlo al mundo moderno”, resulta inevitable.

El futuro de esta reforma dependerá del debate parlamentario y de la negociación con los gremios, pero la reacción inicial anticipa una resistencia sindical y social significativa. Si el Ejecutivo decide avanzar en esa dirección, el país podría enfrentar una nueva etapa de conflictividad. Más allá de las aclaraciones de Varsavsky, la sola posibilidad de instalar una jornada de 13 horas revela el espíritu del proyecto: un modelo que privilegia la flexibilidad empresaria sobre la protección laboral y redefine el valor del trabajo en la Argentina contemporánea.

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