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Renault despidió a 300 trabajadores en Córdoba y crece la alarma en la industria automotriz

La automotriz francesa ejecutó 300 desvinculaciones en su planta de Santa Isabel, en Córdoba. Los trabajadores denuncian que la empresa busca reemplazar personal con antigüedad por contratados con salarios más bajos. Mientras tanto, la compañía argumenta un reordenamiento productivo y la finalización de la Nissan Frontier. El gremio fue criticado por su presunta pasividad ante el conflicto.

La crisis industrial vuelve a golpear el corazón productivo de Córdoba. La planta de Renault en Santa Isabel despidió a 300 trabajadores en el marco de un proceso que la empresa definió como “acuerdos voluntarios”, pero que los empleados consideran una ola de despidos encubiertos.

Desde hace una semana, los operarios comenzaron a recibir llamados de la administración notificando que no continuarían en sus puestos. Según denuncian, la empresa les ofrecía “elegir” entre el despido directo o un “retiro voluntario” con beneficios mínimos, lo que en la práctica constituye una estrategia para evitar reconocer indemnizaciones plenas y registrar el conflicto como un ajuste de común acuerdo.

Los responsables de Renault admitieron las bajas, pero las justificaron por la finalización de la producción de la Nissan Frontier, modelo que se fabricaba en conjunto con la Renault Alaskan, y por un reordenamiento productivo orientado a “optimizar recursos y focalizar la producción en segmentos específicos”. Según el plan, la automotriz prevé concentrar su operación en 2026 en un modelo de utilitario pequeño, reduciendo el abanico de productos fabricados en la planta de Santa Isabel.

Sin embargo, los operarios refutan los argumentos empresariales. Aseguran que los despidos alcanzan sectores no vinculados a los proyectos discontinuados, lo que revela un proceso más profundo de “depuración interna”. “Están sacando a la gente con más antigüedad para reemplazarla por contratados”, denunciaron, y añadieron que “con uno de nosotros pagan hasta tres contratados”.

Según los trabajadores, la estrategia apunta a reducir el costo laboral y modificar el perfil de la planta: “Renault quiere quedarse con personal joven, flexible y con menos derechos adquiridos. Están haciendo un colador: se van los que reclaman o los que denuncian irregularidades”.

El conflicto se agrava por el malestar con la conducción sindical, a la que los despedidos acusan de complicidad o inacción frente a las cesantías. “Creemos que hubo un análisis previo de cada operario según su nivel de conflictividad, y que el gremio tuvo participación en la selección”, afirmaron fuentes internas. En ese marco, recordaron que existe un recurso de amparo judicial en curso contra despidos anteriores, el cual la empresa habría ignorado.

La crisis en Renault se inscribe en un contexto general de contracción de la industria automotriz nacional, golpeada por la recesión, la apertura de importaciones y la caída de la demanda interna. Los vehículos extranjeros, favorecidos por precios más bajos, desplazan al producto local, obligando a las terminales a reducir turnos y personal.

El despido de 300 trabajadores en Renault Córdoba no es un hecho aislado: forma parte de una tendencia de ajuste estructural que atraviesa a toda la industria argentina. La apertura comercial sin protección, la falta de incentivos a la producción nacional y la caída del poder adquisitivo conforman un escenario en el que las multinacionales optan por recortar empleo antes que invertir.

Si se consolida este modelo de reemplazo de personal estable por contratados, la Argentina corre el riesgo de retroceder décadas en derechos laborales y capacidades productivas, afectando el tejido industrial que históricamente dio sustento a su economía. La “modernización” no puede confundirse con precarización: sin empleo digno ni industria sólida, el país se encamina a una dependencia aún mayor del capital externo.

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