destacada
Desinversión sin freno: 16 multinacionales abandonaron el país y crece la incertidumbre laboral

En menos de dos años de gestión, dieciséis multinacionales se retiraron del país. Cada salida deja un rastro de despidos, suspensiones y pérdida de derechos laborales. Los gremios advierten que el fenómeno de desinversión se profundiza ante la caída del consumo, la falta de previsibilidad y las trabas para repatriar utilidades.
La economía argentina atraviesa un proceso sostenido de retiro de empresas multinacionales que, con distintos matices, tiene un denominador común: la pérdida de rentabilidad y la falta de previsibilidad en un mercado interno en recesión. En los 21 meses del gobierno de Javier Milei, ya son 16 las compañías extranjeras que abandonaron el país, con consecuencias directas sobre miles de trabajadores y sobre ramas productivas fundamentales.
La lista incluye nombres de peso: ExxonMobil, HSBC, Prudential, Procter & Gamble (P&G), Clorox, Xerox, Internexa, Petronas, Enap Sipetrol, Mercedes Benz, Telefónica, Southern Cross (Atria Soluciones Logísticas), SHV Holding (Makro), Nutrien (de Profértil), Dasa y Magnera. Todas ellas simbolizan un mapa de desinversión que atraviesa sectores estratégicos como la energía, la industria, la salud, el comercio y los servicios financieros.
La última salida confirmada: Dasa deja el país
La empresa brasileña Dasa, propietaria de Diagnóstico Maipú, oficializó su retiro del mercado argentino al vender sus operaciones a Swiss Medical, grupo encabezado por Claudio Belocopitt. La operación, valuada en US$ 110 millones (unos 600 millones de reales), incluye ocho centros de diagnóstico por imágenes y quince laboratorios de análisis clínicos. Si bien se garantiza la continuidad de los servicios, el traspaso abre interrogantes sobre la estabilidad laboral de los trabajadores en un sector que sufre ajustes y fusiones permanentes.
Despidos y cierres de plantas
A la salida de Dasa se sumó la de Magnera (ex Berry), fabricante estadounidense de textiles y films industriales, que cerró su planta en Pilar dejando a 60 empleados sin trabajo. La decisión se enmarca en un plan global de “racionalización de operaciones”, pero los sindicatos advierten que en la práctica se traduce en despidos y pérdida de derechos laborales.
El fenómeno no es nuevo, pero se aceleró en la era Milei, impulsado por un contexto de inflación persistente, caída del consumo interno y falta de reglas claras para la inversión extranjera.
Según analistas de mercado consultados por Mundo Laboral San Juan, las compañías extranjeras buscan trasladar sus operaciones a países con mayor estabilidad y poder de compra, dejando atrás filiales locales que no logran sostener márgenes de rentabilidad.
Las empresas que se marchan no son reemplazadas por otras multinacionales, sino por grupos empresarios nacionales que aprovechan la oportunidad para adquirir activos depreciados. “La desinversión extranjera genera un reacomodamiento del capital local, pero no necesariamente implica reactivación ni generación de empleo formal”, señalan los economistas.
Próximas salidas en carpeta
El mercado local observa con preocupación nuevas operaciones en estudio. La petrolera Raízen, que controla la red de estaciones Shell, busca comprador para sus 700 bocas de expendio y la refinería de Dock Sud, en una operación estimada en US$ 1.500 millones.
También avanza el proceso de venta de Carrefour, que evalúa desprenderse de su filial argentina o asociarse con un inversor estratégico. Tres candidatos se mantienen en carrera, aunque el grupo francés no descarta una salida completa.
En paralelo, Paramount Global, dueña de Telefé, y InterCement, controlante de Loma Negra, analizan retirarse del país ante la falta de rentabilidad y el desplome del consumo.
Otros grupos internacionales, como Alsea (Starbucks y Burger King) y TotalEnergies, aplican ajustes parciales: el primero decidió quedarse solo con las cafeterías y vender la cadena de hamburguesas; el segundo traspasó a YPF varias áreas petroleras en Vaca Muerta, aunque mantendrá sus operaciones de gas.
Los especialistas en fusiones y adquisiciones coinciden en que las decisiones de salida suelen madurar durante uno o dos años, pero advierten que la política económica actual acelera los tiempos.
Las restricciones para girar utilidades, la crisis de reservas, la caída del consumo interno y la incertidumbre macroeconómica componen un cóctel difícil de sostener para empresas globales acostumbradas a márgenes de previsibilidad.
Por eso, la mayoría de las operaciones de traspaso termina en manos de inversores nacionales, que asumen los activos locales con menores costos y, en muchos casos, con planteles laborales reducidos.
La salida de multinacionales en la Argentina no es un episodio aislado, sino parte de un proceso más amplio de desinversión estructural que impacta sobre el empleo, la producción y el entramado social.
Cada retiro implica despidos, suspensiones y pérdida de derechos, pero también la consolidación de un modelo económico centrado en la especulación y la retracción del mercado interno.
En un país que necesita inversión productiva, la persistente fuga de capitales y la falta de confianza empresarial ponen en riesgo la reconstrucción del empleo formal y la recuperación del poder adquisitivo.