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El peronismo arrasó en la provincia de Buenos Aires

Con un triunfo de casi 14 puntos en el distrito más poblado del país, el justicialismo se reposiciona como fuerza nacional y proyecta a Axel Kicillof como figura presidencial rumbo a 2027. La derrota golpea al oficialismo, que enfrenta una crisis socioeconómica creciente y turbulencias políticas internas.

La elección legislativa en la provincia de Buenos Aires dejó un saldo categórico: el peronismo, bajo la conducción del gobernador Axel Kicillof y el respaldo de la estructura partidaria unificada, se impuso con el 46% de los votos frente al 33% de La Libertad Avanza, la fuerza presidencial. Con una participación del 63%, la jornada exhibió un electorado movilizado que buscó enviar un mensaje directo al Gobierno nacional.

El resultado implica un mazazo político para Javier Milei. La derrota no solo desnuda el desgaste acelerado de su gestión, sino que pone en entredicho la viabilidad de su programa económico y de su alianza táctica con el PRO. Las denuncias de corrupción en la Agencia Nacional de Discapacidad, los audios de Karina Milei, la recesión brutal, la escalada del dólar y el fracaso de la motosierra como relato transformador se conjugaron en un voto de castigo masivo en el principal bastión electoral del país.

Kicillof, el gran ganador

La victoria otorga a Kicillof un capital político inédito. El gobernador bonaerense se perfila como el referente natural de la oposición y comienza a romper el viejo axioma según el cual ningún mandatario de la provincia pudo escalar a la presidencia. Su figura, respaldada por Cristina Fernández de Kirchner, Sergio Massa y Máximo Kirchner, encarna la posibilidad de un proyecto peronista renovado, capaz de volver a disputar el poder en 2027.

El triunfo bonaerense funciona como una bocanada de oxígeno para el peronismo, que venía golpeado tras la derrota de 2023. La unidad interna —un bien escaso en la historia reciente del movimiento— fue decisiva para consolidar el resultado. El justicialismo vuelve a mostrarse competitivo y con chances reales de recuperar la conducción del país en el próximo turno electoral.

Un gobierno contra las cuerdas

Para Milei, en cambio, el desenlace constituye un golpe devastador. La promesa de acabar con la “casta” se diluye ante los escándalos de corrupción propios; el relato de eficiencia se estrella contra una recesión profunda que liquida salarios, pulveriza pymes y agrava la pobreza; y la narrativa de libertad se contradice con recortes feroces en salud, educación y programas sociales.

El oficialismo, que pretendía capitalizar la bronca social, terminó devorado por sus propias contradicciones. El resultado bonaerense deja al Gobierno debilitado en el Congreso y abre la puerta a una mayor inestabilidad económica, con mercados atentos a la reacción inmediata tras la derrota.

El veredicto de Buenos Aires es inequívoco: la sociedad no tolera ajustes sin horizonte, ni gobiernos que recortan derechos mientras se enredan en internas y escándalos. El peronismo supo leer ese descontento y ofrecerse como dique de contención, mientras Milei paga el precio de la soberbia y de un rumbo económico que asfixia a las mayorías.

La política argentina ingresa en una nueva etapa. Con Kicillof emergiendo como presidenciable y el oficialismo tambaleando, el país se prepara para un ciclo de reacomodamientos. Lo que está en juego no es solo quién administra el poder, sino qué modelo de país se proyecta: uno que profundice la exclusión o uno que intente reconstruir sobre la base del trabajo, la producción y la inclusión social.

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